domingo, julio 29, 2012

De esquila

DE ESQUILA.

Lógicamente, se siguen esquilando ovejas, pero ya no como antaño. Las modernas máquinas esquiladoras con motor eléctrico han suplido a la tijera, a pesar de que no por ello, aunque simplificado, deje de ser duro el oficio.

Habitualmente y según las zonas, la esquila daba comienzo en los primeros días del mes de mayo, más el esquileo tenía a su alrededor una serie de operarios que en su conjunto formaban la cuadrilla de la esquila, en torno a cualquier rebaño, tuviese esta lugar en las propias tainas o parideras del propietario del ganado, o en los esquiladeros de los que disponían los grandes propietarios, y hasta la década de 1950 fueron muchos.

La fiesta de la esquila, si así se le permite al viajero denominarla, daba comienzo con la reunión de los rebaños en torno al lugar en el que se habían de esquilar, procurando los pastores que en los días previos las ovejas saliesen al campo lo menos posible, para que la lana estuviese limpia; del mismo modo que según los esquiladores, las encerraban en parideras, para que sudasen, o las mantenían al raso para que no lo hicieran, ya que en ese aspecto había diferentes criterios. Cuadrillas que deseaban que la oveja sudase para que la lana se ablandase y cortase mejor, y otros que preferían lo contrario porque el trabajo les cundía menos. Para gustos se inventaron los colores.

Esquilador era en este oficio quien única y exclusivamente se dedicaba a cortar la lana con su tijera, sin gastar el tiempo en otros menesteres que no fuesen los de procurar sacarle a la oveja el vellón lo más entero posible, y cuanto más arrimado a la carne mucho mejor.

Al esquilador se le entregaba la oveja ya trabada de patas y manos, esto lo hacía el ligador, oficio de cuidado, pues habían de estar atentos de que al trabarlas no se hiciesen daño, o lo que sería peor, se dislocasen o rompiesen una pata con lo que el animal quedaría inútil y por ello no habría más remedio que sacrificarlo.

El vellón era recogido por el recibidor, encargado de hacer la separación de lana según sus cualidades y calidades. Del vellón separaba las caídas, la lana que rodea las patas y que es de inferior calidad a la del resto del cuerpo.

Los velloneros se ocupaban de recogerla y almacenarla, entregándola a los apiladores, quienes con maestría eran capaces de ir colocando vellón sobre vellón para que estos ocupasen el mínimo espacio.

Entre los esquiladores estaban las bedijeras, generalmente las mujeres de los pastores, quienes con escobas y cestas recogían las bedijas, los excrementos de las ovejas para que estos no fuesen pisados y no se manchase la lana. Los moreneros eran los zagales, chiquillos de los pastores encargados de estar al tanto de dar a los esquiladores ceniza o polvo de carbón con el que curar las heridas de la oveja cuando la tijera se ha acercado mas de la cuenta, y los echavinos dan de beber; de manera que el esquilador no tuviese que moverse de su sitio salvo por causas de fuerza mayor, o para almorzar, comer o merendar.

Cada uno de los partícipes en el esquileo recibía al día una hogaza de pan; la carne de una oveja para cada diez personas; unos veinte tragos de vino, sin contar almuerzo, merienda, comida y cena; porque la labor comenzaba al rayar del alba y concluía al caer la tarde; después de haberse esquilado de media cada uno de los esquiladores unas treinta o cuarenta ovejas. E incluso más, dependiendo de la corpulencia del animal; de la maestría del esquilador y de la clase de lana.

-Había quien era capaz de esquilar una res en diez o doce minutos y quien lo hacía en media hora.

En los carneros y murecos se empleaba el doble de tiempo, porque estos para que no se sofocasen y perdiesen fuerzas, generalmente no eran trabados, por lo que se necesitaban para esquilarlos dos, tres o cuatro personas.

Y claro, alrededor de la esquila no faltaban los pobres ni los mendigos, como en cualquier fiesta que se precie, para ellos quedaban los menudos, las asaduras y las cabezas de las reses que se sacrificaban.

El viajero, que de chiquillo tomó parte en alguna que otra esquila, apenas recuerda nada de todo aquello. Eso sí, se le quedó el olor penetrante de los sudores de la oveja,y el ambiente poco menos que asfixiante en el que se movían los esquiladores.

Esquiladas las ovejas, y antes de salir al campo o retornar a las parideras de origen, eran desviejadas, apartando las viejas para carne y marcando las jóvenes con la pez hirviendo y el hierro de sus dueños, que serían las destinadas a la cría.

Llegarían posteriormente unos días de intranquilidad para amos y pastores, ya que las ovejas, una vez esquiladas, quedan propensas al resfriado y tienen que evitarse los fuertes contrastes de temperatura.

La oveja recién esquilada no soporta el frío excesivo. Tampoco el calor, y si por un casual las cogiese desprevenidas una tormenta, esta podría hacer estragos en el rebaño.

El viajero, con las explicaciones del tío Bernabé se queda boquiabierto. Nunca pensó en que la oveja fuese un animal tan delicado.

-En ocasiones, cuando se apuntaban las tormentas, era preferible dejarlas encerradas antes que sacarlas al campo y exponerlas a semejantes peligros, habituándolas poco a poco a su nuevo estado, sacándolas mañana y tarde, en las horas menos calurosas y frías, de modo que se fueran haciendo a su nuevo estado, no se olvide que con la esquila les quitábamos, como aquel que dice, el abrigo. Pasados tres o cuatro días el peligro ya estaba salvado.

Y el viajero, que acompañó a una de las últimas cuadrillas de esquiladores lo pudo vivir, para contarlo con la añoranza que los esquiladores de antaño se lo fueron contando a él.

Tomás Gismera Velasco