domingo, julio 22, 2012

Las Santas Espinas de Atienza

LAS SANTAS ESPINAS DE ATIENZA

Entre los muchos tesoros que se encuentran en la villa de Atienza, uno de los más misteriosos y por su origen tal vez mas venerado, es un relicario conteniendo dos espinas y un lignun crucis de la Pasión de Jesús.

De su fama milagrera existen multitud de testimonios que pasaron por tradición oral hasta el siglo XVIII, en el que fueron recogidas en un amplio documento titulado "Historia y Milagros de las Santas Espinas", de autor anónimo, desaparecido en 1811 y del que da cuenta el beneficiado de la iglesia de San Juan, autor de la Breve relación Historial de la villa de Atienza, conservado en los Archivos de la Clerecía de la Villa, éste documento, "Historia y Milagros...", se ocultó junto al relicario y los documentos de autenticidad y reconocimientos reales en los días previos a la invasión francesa de 1808, permaneciendo oculto hasta 1813 en el convento de San Francisco.

La calma que supuso la retirada francesa devolvió al convento una parte de su antigua devoción, no obstante el edificio conventual, que fue pasto de las llamas, quedó reducido a la mínima expresión, penuria que aumentó con la primera desamortización de 1835, cuando en el convento quedaban menos de una docena de frailes. Llegaron a las tres docenas, y a éste, como a tantos más, llegó la orden de exclaustración.

Su entonces Padre Guardián se dirigió por carta al Diputado Real de la comarca, Baltasar Carrillo, para que intercediera por el convento, sacado a subasta en 80.000 reales, atendiendo a que en él se conservaban "Las Santas Espinas de Nuestro Redentor Jesucristo", sin embargo la sentencia estaba firmada y no había vuelta de hoja, a pesar de que nadie pujó por aquellas ruinas, que siguieron perteneciendo al Estado Español hasta finales del siglo XIX.

En 1850 se promovió un proceso de autenticidad a instancias del Provisor del Obispado de Sigüenza, comisionando a don Felipe Tabernero Bueno, arcipreste de la iglesia de San Gil de Atienza, para que ante el Notario Diocesano recibiese declaración jurada de los últimos frailes que habitaron el convento de San Francisco, recogiendo su testimonio sobre el relicario que se les presentaba. De los ocho o diez que abandonaron Atienza tan solo vivían ya en aquel año dos.

Ambos fueron localizados, fray Francisco García, entonces ecónomo en Albendiego, y fray Bernabé Tejedor, vicario de las monjas de Berlanga de Duero. Como testigos de sus declaraciones firmaron las actas los atencinos Manuel Fernández Manrique, Evaristo López y José Canuto Landeras.

Ambos frailes declararon que el relicario que se les mostraba era el mismo que ellos habían conocido en su convento, y contaron la historia oral que de unos a otros se habían trasmitido a lo largo del tiempo, confirmando que nunca podían salir del convento si no eran acompañadas de una licencia del Tribunal Eclesiástico, y siempre acompañadas de dos franciscanos que en ningún momento debían perderlas de vista, y siempre habían de regresar al convento antes de la puesta de sol. Así ocurrió en casos señalados, como cuando fueron llevadas a Jadraque, a curar milagrosamente al futuro rey Felipe IV.

Este proceso de autenticidad del relicario se promovió un año antes, 1849, al fundarse en la iglesia de la Santísima Trinidad la "Cofradía de las Santas Espinas de la Corona de Nuestro Señor", instada por los agricultores del barrio de San Gil, con el único fin de darles culto, y formada en sus inicios por 72 personas.

En la actualidad pertenecen a ella la práctica totalidad de hijos de la villa, hombres y mujeres, y muy poco tiempo después de su constitución solicitaron su entrada no solo los vecinos de la población, sino también de los pueblos vecinos, cuyos concejos, hasta cuarenta, acudían a los oficios con sus cruces parroquiales.

Los cargos de la hermandad quedaron compuestos por un Priostre, un Procurador, dos Diputados, un Depositario, un Mayordomo y un Secretario. Siete personas, en recuerdo de las Siete Iglesias del Apocalipsis.

A estos cargos se añaden varios "pedidores"; personas encargadas de solicitar limosnas para la Hermandad, de las que en sus primeros tiempos había tres clases; pedidores de puertas, que eran quienes se colocaban a la puerta de la iglesia a solicitar la limosna. Pedidores de eras, quienes recorrían la era en tiempo de verano solicitando la voluntad en forma de trigo, y pedidores de la villa, que recorrían las casas del pueblo para recaudar ayudas de forma extraordinaria.

El oficio de pedidor, en cierta forma desagradable por su dedicación, fue durante algún tiempo el único método para acceder a cargos de mayor responsabilidad, por lo que había lista de espera.

Todos los hermanos pertenecientes a la Cofradía estaban obligados a acompañar el Santo Relicario, así como el duelo de cualquiera de los cofrades que falleciesen, e incluso costear los gastos de su entierro en caso de que la familia del difunto lo solicitase por carecer de fondos propios.

Sus constituciones y ordenanzas fueron aprobadas por el Prior de la Diócesis de Sigüenza el 28 de julio de 1850, estableciendo desde entonces su festividad en el 5 de mayo, día de la Santa Cruz, (actualmente primer domingo de mayo), precedida de un novenario que ya había sido compuesto por un religioso franciscano, y era el seguido en el desaparecido convento, y aprobado por el Calificador de la Suprema Custodia de la Provincia de la Purísima Concepción, Fray Francisco de la Isabela, en Valladolid.

El Ministro Provincial, fray Bartolomé Sarmiento, dio su autorización para celebrar la novena, firmando el acta correspondiente el 10 de marzo de 1751, así como para que se imprimiese aquél novenario, y el Examinador Sinodal, fray José Escudero Alvarado, lo aprobó en la misma fecha. El siguiente 3 de abril el Obispo de Valladolid autorizó su impresión.

El Relicario de las Santas Espinas de Atienza, quedó como patrimonio de la iglesia de la Santísima Trinidad .

Nueve días antes de la festividad oficial comienza el novenario, habitualmente tenido a la caída de la tarde en la iglesia de la Trinidad, a excepción del primer día de novena, que suele ser mediada la mañana.

Este primer día todos los miembros de la Cofradía están obligados a asistir, lo mismo que el último, y el de la festividad principal, ocupando banco de honor junto al altar, al lado de la epístola.

A la entrada de la iglesia, los dos pedidores de puertas, con su bandeja de madera, cubiertos con capa castellana, idéntica a la que portan quienes componen la Diputación, solicitan a quienes van entrando en el templo la correspondiente limosna, tanto a la entrada como a la salida, con la misma cantinela: "limosna para las Santas Espinas. Las Santas Espinas aumentan la caridad..."

El día de la festividad, junto a la iglesia, y rememorando las fiestas de mayo, se planta el "mayo" ante la puerta, mayo del que por la tarde colgarán roscos y ofrendas, que serán subastados entre los fieles.

La misa mayor tiene carácter extraordinario, en tiempo pasado a estos oficios asistían varios clérigos, habitualmente del entorno de la población, haciendo también presencia en la iglesia las cruces parroquiales de los pueblos vecinos, y teniendo un papel privilegiado uno de los sacerdotes, contratado al efecto para el solemne sermón, como ocurriese con los del novenario; curiosamente "a predicar" en las Santas Espinas, pasaron por Atienza a lo largo del siglo XX los mas prestigiosos sacerdotes que conoció la diócesis de Sigüenza-Guadalajara.

Tras la misa el relicario de las Santas Espinas, custodiado por su Cofradía, es sacado en procesión en torno a la iglesia, portado por el abad, y bajo palio. Al término de la misa la reliquia, acompañada por miembros de la Hermandad, y en la mano del abad, recorre el pueblo para ser llevada a aquellos hermanos de la Cofradía que por enfermedad no han podido asistir a los oficios, para que sea venerada por estos, siendo recibida en las casas particulares a las que se lleva, con toda veneración.

Esa misma tarde, como ocurrirá en la mañana de Viernes Santo, se da a adorar a los asistentes. Las dos únicas veces en el año que se hace, en ocasiones especiales y fuera de estos días es necesaria la licencia episcopal.

Al día siguiente celebra la Hermandad el oficio de difuntos, y posteriormente vendrá el "echar la vara", nombramiento de la nueva junta directiva para el año siguiente. Es en este día cuando quienes no son hermanos pueden solicitar su ingreso en la Hermandad.

Durante todos los actos de novenario y exposición pública, en la iglesia de la Trinidad, el relicario se sitúa en el altar mayor, en un expositorio presidido por aquél Ecce Homo llegado a la villa en siglos pasados de la mano de Felipe II.

Folclore, fiesta, religiosidad, esperanza.., de todo un poco ha de haber en la celebración, de lo que no cabe duda es de que Atienza guarda su fe para este santo misterio del que cuenta la tradición que dos días al año, el de la Cruz y Viernes Santo, las espinas reverdecen y la sangre parece licuarse.

Tomás GISMERA VELASCO
Arriaca /Mayo/2010