martes, noviembre 26, 2013

DE LAS CABAÑUELAS



Las cabañuelas, dicen los diccionarios, son un método de predicción meteorológica. Los seguidores de las cabañuelas, cada vez menos, son gente especial que sabe del campo y del clima con el docto conocimiento que enseña la naturaleza a fuerza de observarla día a día y mimarla noche a noche.

Este aprendiz de la vida tuvo la ocasión de conocer a Ruperto Román Campanero quien formó quipo con su hija Gema y su hijo José Antonio, y es que seguir día y noche, uno tras otro las evoluciones del clima, además de paciencia necesita descanso, por eso se turnaban para hacerlo.

Ruperto Román no era un hombre del tiempo al uso, de esos que se asoman a las pantallas de la televisión, era hombre de campo entrado en la recta de los años en los que se vive ya de una pensión y, además, pasaba el tiempo hilvanando versos, cultivando el huerto y leyéndose a diario el libro de la vida, de vivir y sentir la vida.


Confeccionar las cabañuelas tiene su arte, y su misterio. Arte y misterio que Ruperto aprendió de sus mayores y estos de los suyos en esa sucesión que va llegando, si nos aventuramos un poco, hasta el comienzo de los tiempos.

Hacer hoy un seguimiento de las cabañuelas tiene demasiadas complicaciones, pues la modernidad que tanto ha influido en el clima ha trastocado demasiadas cosas y por ello es preciso poner mucha más atención en las observaciones… Al confuso vuelo de los aviones, a las luces de las poblaciones, al sonido de las campanas…

Son los efectos de los desajustes climáticos tan traídos y llevados que, al decir de los seguidores de las cabañuelas, nos acercan al precipicio.

El observatorio de Ruperto se encontraba en un cerro desde el que se domina toda la amplitud de las campiñas de Madrid y Guadalajara, las crestas serranas y las alcarrias, porque para ver el mundo a conciencia hay que mirarlo desde lo alto, y para seguir las evoluciones del clima poder ver por donde vienen las marañas, los cejos, las calimas, las nubes de evolución, los vientos, las retorneras, los estancamientos nubosos, seguir las fases lunares…

Ruperto anotaba meticulosamente en su cuadernillo todo aquello de lo que era capaz de ver, ante todo los primeros 25 días de agosto, los de enero y los de marzo, para confeccionar su calendario. Casi siempre correcto y acertado. Sin necesidad de tener que recurrir a las modernas técnicas de los satélites, los ordenadores, los…

-Todos esos trastos terminarán por arruinarnos la existencia.

Lo contó Ruperto, señalando al cielo, imaginando que por algún lugar uno de aquellos satélites enviaba las señales a su ordenador correspondiente para que al otro día, y a través de la televisión, el mundo se enterase de que a tiempo de invierno, correspondía fría, y al de verano, calor.

-Aunque la Naturaleza siempre es caprichosa y nos da alguna que otra sorpresa, por eso la tenemos que mimar, más que a los chiquillos, aunque me temo que eso de mimar nuestro entorno ha pasado a mejor vida, la industria y la política prefieren el dinero a cultivar la Naturaleza sana, hasta que la Naturaleza nos pida cuentas y entonces ¿quién será el guapo capaz de rendirlas?

Ruperto, además de confeccionar cabañuelas, era una especie de… ¿sabio de pueblo con conciencia?

Tomás Gismera Velasco