lunes, julio 28, 2014

ATIENZA A TRAVÉS DE SUS PERSONAJES

ATIENZA, A TRAVÉS DE SUS PERSONAJES

La vida en un libro

   La historia de los pueblos, siempre se ha dicho, la escriben sus gentes, a través de sus obras, de sus actos y de ese ir pregonando por los cuatro puntos cardinales, cuando de ello se trata, cuál fue el lugar en el que vieron la luz y comenzaron a caminar.

   Atienza ha sido, lo sigue siendo, una gran población levantada a fuerza de tesón por sus gentes. La mayoría anónimas. Gentes, personajes, que nos han legado un pueblo hermoso del que todos estamos orgullosos. Los nombres de la gran mayoría de cuantos nos precedieron se pierden en los pliegues de su cerro. A pesar de que todos recordamos a nuestros ancestros, y mantenemos por ellos un cariño especial, sin necesidad de que hayan pasado a la historia por una gesta importante: escribir un libro, acceder a un obispado o conquistar un castillo.

   Suelen ser estas últimas, sin embargo, las personas que hacen que nuestra tierra salte a las páginas de los libros de historia. Libros de historia que principalmente se ocupan de nuestros monumentos, nuestras hazañas pasadas o nuestros festejos, olvidando en la mayoría de los casos a esas gentes de las que todos debemos sentirnos orgullosos. Y muchos han sido en Atienza los que han llevado el nombre de la villa por los cuatro puntos cardinales, de los cinco continentes. De algunos queda el recuerdo, de otros se nos pierde la memoria y muchos más han pasado a ser parte del olvido.

 Se nos pierde la memoria de Gonzalo Ruiz de Atienza, uno de los conquistadores de Sevilla junto a Fernando III; de Aparicio de Atienza, reformador de la diócesis de Albarracín; de Francisco de Atienza, reformador de la orden de San Jerónimo; de Juan de Ortega, estratega político de los Reyes Católicos; de Catalina de Medrano, reformadora del convento de San Francisco; de Luisa de Medrano, tenida como la primera mujer europea que dio cátedra en una Universidad; de Francisco de Segura, el gran atencino del Siglo de Oro, quien compartió vivencias con Lope de Vega o Cervantes; de Diego de Madrigal, que extendió su arte por gran número de las iglesias de la Castilla central; de Ana Hernando, que legó para Atienza la permanencia de un gran hospital barroco; de Pedro de Elgueta Vigil, que puso en valor las reales salinas de Guadalajara; de Antonio de Elgueta, que llevó el arte con letras mayúsculas a Murcia; de Baltasar de Elgueta, quien durante cuarenta años dirigió las obras del palacio real de Madrid y fundó la Real Academia de Bellas Artes; de José de Elgueta, que extendió su ciencia pacificadora por el Nuevo Continente, a través de la tierra de Chile; de Juan José Arias de Saavedra, que enseñó a Gaspar de Jovellanos a amar la tierra de Guadalajara; de José María de Beladíez, quien defendió la tierra de Guadalajara en las Cortes de Cádiz; de Antolín García Lozano, defensor de la libertad por encima de todo; de Baltasar Carrillo, que puso parte de los cimientos de la primera Diputación Provincial de Guadalajara; de Dionisio Rodríguez Chicharro, quien desde Miedes quiso dar a conocer la historia de los pueblos de la Serranía; Pedro Solís, el médico que rompió normas y mostró al pueblo la ciencia médica; Eduardo Contreras, un adelantado al tiempo que le tocó vivir; Bruno Pascual y sus hermanos Antonio y Francisca, que pusieron el nombre de Atienza en todos sus actos; Doroteo Cabellos, el primer Alcalde republicano de Atienza, y el primer fallecido a causa de la sinrazón de una guerra; Gil Ruiz Domínguez, quien acabó sus días víctima de la barbarie de los hombres, en Mauthausen; Teodoro Romanillos, quien luchó por la dignidad de los maestros; Ortega Galindo, Marina Encabo…

   Podían, a estos, añadirse muchos nombres más, de raíz histórica: El gramático de Atienza, don Cipriano, que alborotó ese mundo allá por el siglo XVIII; su primo, de nombre Primo, que alcanzó la dignidad arzobispal en Cuba; Ruiz de Ribera, que fue a Roma a defender a Raimundo Lulio; Francisco Serantes, que tuvo la llave de la celda del duque de Riperdá; fray Gaspar y fray Baltasar, quienes pudieron protagonizar la novela de la rosa del convento franciscano de Atienza….

   Nombres, ilustres y no tanto, que añadir a otros muchos que sin alcanzar el escalón de la fama nacional, se quedaron a vivir en el pueblo, y son memoria de Atienza.

   ¿Cuántas historias, si le pudiésemos preguntar, no nos contaría el señor Eustaquio, el de Casa Maquinilla, escuchadas detrás del mostrador de su tienda de la plaza Mayor?, ¿O el tío Confitero, detrás del de La Azucena, mientras despachaba merengues el día del Cristo? ¿Cuántas letanías nos relatarían los veladores del Casino, o del bar Federe, o las tabernas del tío Casillas, del tío Cayo o del tío Navarro?¿Cuántas novedades los almacenes Moreno, Robisco o Ridruejo? ¿Cuántos cueros de vino se bebió el tío Paco, con aquello de que “si no lo vendo, me lo bebo”? ¿Cuántos panes se cocieron en el horno del tío Rubio, de Mariano, de Segundo Albertos? ¿Quién escuchó el repiqueteo del tambor y el sonido de la dulzaina de los hermanos Castel anunciando fiesta? ¿O quién no recuerda el soniquete del martillo sobre el yunque y el resoplido de los fuelles de las fraguas de Atienza?, del tío Juanito, del tío Linda, del tío Bomba… El arte en el herraje de los Loranca o la maestría a la hora de herrar mulos del tío Raimundo.

   ¿Quién recuerda a la tía Rubia, se llamaba Natalia, o a la tía Romera, o a la tía Piquica hilando lana? ¿O al tío Guarín vareándola para hacer colchones? ¿Al señor Francisco, carpintero de oficio y que en el oficio se llevó un par de dedos, componiendo las escaleras para el Monumento de la Semana Santa de la iglesia de San Juan y que murió una tarde de sol, al sol de la tarde? ¿Al tío Gaspar o al tío Caprivis tocando la campana delante de la procesión del Resucitado? ¿Al tío Ladis, que se encargaba de traer los féretros para los entierros? ¿Quién recuerda las cataplasmas del tío Carrasco, curandero de oficio? ¿Alguien recuerda el toque del tentenublo, magistralmente ejecutado según se cuenta, por Victoria Clemente en el campanil de Santa María del Val para espantar las nubes? ¿Quién fue el misterioso hijo de Atienza que hizo la promesa y depositó en aquella iglesia un huevo de avestruz?  También gente importante. Personajes de nuestra Atienza del último siglo. El nuestro.

   Preguntas, y personajes, que teniendo su espacio en el libro quedan para otra ocasión. Quizá alguien se atreva a escribir sus vidas en papel sencillo, y amoroso, como requiere la ciencia de contar las vidas de las personas a las que admiramos y de alguna manera llevamos dentro, porque son parte de nuestras vidas.
 
   Tomás Gismera Velasco