sábado, enero 17, 2015

CASIMIRO BERMEJO, EL FEO DE BUENDÍA Facciosos, salteadores y bandoleros en tierras de Atienza y Guadalajara


Tomás Gismera Velasco

Muchos son los nombres que han pasado a la historia de la guerrilla nacional, partiendo principalmente del siglo XIX y las revueltas carlistas o lo que nosotros llamamos “francesada”. Algunos nombres son recordados por las tragedias que provocaron o por la literatura, que les dedicó páginas. Otros han quedado en el olvido. Muchos recordamos los nombres del cura Merino, Matías Vinuesa cura de Tamajón o del Tirador de Luzaga, otros muchos han quedado en el olvido.


   En la madrugada del 24 de diciembre de 1838 vivió la ciudad de Cuenca uno de esos espectáculos que las gentes, por aquellos tiempos, vivían con expectación. El fusilamiento público de uno de los considerados como más peligrosos delincuentes que habían recorrido las tierras de Guadalajara y Cuenca, con otras muchas, tratando de sublevar a las poblaciones para, en nombre del pretendiente don Carlos de Borbón, cometer mil tropelías. Su muerte se vivió entre el espectáculo y el alivio.    Durante unos meses que a las autoridades y a los pueblos se les hicieron eternos, fue el azote de las provincias de Cuenca y Guadalajara, el terror de ambas, a juicio de sus captores.

   Salió de su localidad natal, Buendía, en la provincia de Cuenca, en el otoño de 1834 camino del Maestrazgo, desde donde subió a las provincias del Norte, anduvo por Andalucía y regresó a la Alcarria en la primavera de 1836.

   En los meses de verano de ese año, con una docena de hombres a su mando asoló la comarca de la Alcarrria, solicitándose de los pueblos la pronta respuesta de las autoridades gubernamentales, ante un peligro que aumentaba día a día, al tiempo que mostraban su resignación:

   … Dios nos libre de que se engruese (la partida) y de que pueda ponerse por las sierras de Sigüenza en comunicación con otras facciones…

   El 21 de julio entró en Albalate, marchando del pueblo tras apropiarse de cuatro o cinco mil reales, acompañado de 25 o 30 hombres, internándose después en Cuenca, volviendo al norte y retornando al año siguiente, sorprendiendo, en la madrugada del 30 de agosto de 1837 a la población de Irueste, de lo que dio cuenta el Gobierno provincial, a través del parte recibido desde aquel pueblo:



   Al amanecer de hoy han entrado en esta villa ocho facciosos, a las diez salieron  llevándose al Alcalde y al Secretario con seis fanegas de cebada, sesenta raciones de pan, tres arrrobas de vino y cincuenta libras de carne, los han llevado al monte de Quintanar de esta misma villa, donde estaban emboscados los restantes, hasta treinta montados y nueve infantes, entre ellos cuatro mozos de aquí; los manda el cabecilla Béjar y el Feo de Buendía. A las dos de la tarde se han dirigido a Fuentelencina y a mitad del camino han soltado a los dos, que a la hora en que este parte escribo, que son las cuatro de la tarde, llegan en muy lamentable estado, llenos de cardenales y rasguños.

   A mediados de septiembre, con cerca de cien hombres, entraba en Escariche, después de haber saqueado Alcocer, y concluyendo el año con un enfrentamiento con las tropas realistas en las cercanías de Albalate de las Nogueras, hasta donde se llevaron a media docena de rehenes tomados en Valdeolivas, y a los que fusiló tras el encuentro con las tropas provinciales, en venganza por las bajas padecidas. Entre los muertos se encontraban el alcalde y tres de los más importantes terratenientes de la zona.

   Regresó a la comarca en la primavera de 1838 después de una nueva incursión portierras norteñas, dirigiéndose a su pueblo en busca de adictos, desde donde sin encontrarlos marchó a Villaconejos, y con cuatro mozos se presentó de nuevo en la sierra conquense. Para el mes de junio de 1838 su suerte había dado un giro total, al menos así se desprende de lo sucedido el día 20 en Trillo, donde se presentó con dos docenas de hombres, en los últimos de mayo, acosado por los realistas en las cercanías de Durón, perdió sus armas y caballo, escapando a nado a través del Tajo, reponiéndose para entrar en Trillo:

   …mal vestidos y peor montados y armados, siendo reconvenido por algunos vecinos del pueblo por el daño que solo su presencia causaba en esta época, manifestó que acosado por las tropas de la Reina la necesidad lo había obligado a pasar el puente, más que no lo haría en adelante, al menos durante la temporada de baños. Permaneció en la población tres horas y habiendo pedido a la justicia cuatro mil reales quedó por último reducida esta cantidad a mil trescientos y como 60 varas de lienzo que se repartieron entre los más pudientes, pero esta exacción se hizo sin saquear casa alguna ni ofender de palabra u obra alguna a naturales ni forasteros…

   Lo cierto es que iba enfermo y falto de fuerzas, como la misma noticia nos indica, marchando en dirección a su final, hacía Budia y Durón donde, al no poder continuar, buscó refugio en la ermita de Nuestra Señora de la Esperanza, desde donde sus hombres continuaron hacía Cuenca mientras a él lo guardaban y asistían dos de sus asistentes.

   La noticia de su paso por Trillo puso de nuevo en alerta a los salvaguardias, quienes siguieron sus pasos hasta Durón, y en la ermita lo encontraron, donde se entregó el 24 de junio, una vez se le acabó la munición, tras descubrirlo escondido en la bóveda de la ermita:

   El cabecilla titulado Feo de Buendía con su asistente ha sido capturado en la hermita de la Esperanza, término de Durón por el sargento de Salvaguardias de esta provincia José Cándido del Riego y once individuos de su partida.

   Fue llevado a Guadalajara, e internado con extrema seguridad en la cárcel de la ciudad, a la espera de decidir su futuro, que pasaría por ser juzgado, e incluso tratar de ser canjeado por un buen número de oficiales realistas en poder de los facciosos, a lo que el pueblo de Cuenca se mostró disconforme, pidiendo fuese entregado a aquella ciudad, donde se le juzgaría con todas las legalidades vigentes en consejo de guerra, siendo sentenciado a la última pena, en acto público, y por fusilamiento.

   La noticia fue transmitida con cierto sentido de alivio:

   Ya no existe el cabecilla famoso y vandido Casimiro Bermejo, alias Feo de Buendía. Hoy  24 de diciembre ha sido pasado por las armas a consecuencia de sentencia pronunciada por el consejo de guerra de esta plaza y aprobada por el Excmo. Sr. Capitán General del distrito. Un gentío inmenso era espectador de la ejecución del delicuente. Este principió su carrera de ladrón el año de 1834, uniéndose enseguida a una facción que fue derrotada y volviendo a su país natal formó una gavilla de malhechores que asoló con sus robos y escesos a todos los pueblos de la Alcarria. Permaneció así hasta que en la expedición de Gómez en 1836 se incorporó a él siguiéndole en todos sus movimientos y direcciones, cometiendo en el tránsito de Ecija a Osuna un asesinato hasta que volvió a las provincias del Norte, en donde subsistió en la clase de sargento, en el escuadrón de Villalobos, por espacio de diez meses, y en la incursión del pretendiente en 1837 vino con ella quedándose en sus antiguas guaridas hasta que agregado a Béjar sufrió nueva derrota.
   Posteriormente ha estado en dos partidas rebeldes que convirtieron en la  mayor desolación y espanto esta provincia y la de Guadalajara con sus asesinatos, saqueos y merodeos siendo el Feo el más feroz de todos y también el de más importancia y prestigio de los demás cabecillas por la rapacidad y saña que le era innata cual lo acreditan los deplorables sucesos de Albalate de las Nogueras y Valdemoro del Rey. Igual sistema ha observado constantemente hasta que fue aprehendido por el  sargento de Salvaguardias José Cándido del Riego el 24 de junio del presente año en la ermita de Nuestra Señora de la Esperanza del término de Durón, de la citada provincia de Guadalajara. Entonces ya había obtenido su titulado empleo de capitán…