jueves, marzo 26, 2015

CIEN AÑOS, SIN ISABEL MUÑOZ CARAVACA



CIEN AÑOS,
SIN
ISABEL MUÑOZ CARAVACA

El 28 de marzo de 1915, tras toda una vida dedicada a la lucha obrera, a la del reconocimiento de los derechos de la mujer; a la abolición de la pena de muerte; al respeto a los animales; a la docencia, a los demás… fallecía, en el silencio que acompañó sus últimos años, Isabel Muñoz Caravaca. La mujer, la maestra, la publicista, la escritora. Quien, desde las páginas de los semanarios provinciales, en unos años duros para toda mujer, se atrevió a hurgar en la conciencia de los seres humanos.

Fue, por espacio de más de diez años, hasta que forzada por los poderes políticos municipales y eclesiásticos tuvo que abandonar, maestra de niñas en Atienza, y en Atienza residió por espacio de cerca de 20 años, como una atencina más, a pesar de las dificultades que conllevó su existencia, entre otras cosas por ser mujer, y ser nacida fuera de la villa, y levantar la voz ante las injusticias.

Fue, por encima de todo, y como la definió su biógrafo, Juan Pablo Calero Delso, una mujer adelantada a su tiempo.

   Un año antes de morir, y en previsión de páginas que glosasen su obra, envió una carta al semanario en el que dejó lo más granado de sus sentimientos, carta dirigida a su entonces director, Luis Cordavias:

Amigo Cordavias: Hágame el favor de decir al que ordena o redacta las noticias, que tenga la bondad de no ocuparse de mí en ellas; no se a qué santo han puesto que estoy mucho mejor de la enfermedad que padezco y que desean que me cure pronto, con lo cual he recibido varios recados de lectores preguntándome qué me sucede, que si he estado muy grave, etc.

Yo estoy enferma. Padezco una lesión que no se cura y acabará conmigo; pero estos días no he estado ni peor ni mejor que de costumbre, y tenga en cuenta que uno de los lectores soy, que se cual va a ser el desenlace y que desearme una completa y rápida curación, dicho con la mejor intención del mundo, es una broma cruel.

Y a propósito, voy a dirigir a Vd. un ruego que en cualquier ocasión sería extemporáneo y después de lo dicho es oportuno: la semana que viene, o dentro de quince días, o de un mes –no me atrevo a decir de dos-, abandonaré este mundo.

Cuando Vd. se enteré de que esto ha ocurrido, yo le ruego, y si es necesario se lo exijo como precepto de última voluntad que no se me dedique en Flores y Abejas ningún recuerdo, ni el más sencillo elogio fúnebre; den la noticia si quieren darla en la sección correspondiente, sin comentarios:
  
Ayer falleció Isabel Muñoz Caravaca… y nada más, y nada más. Le diré a Vd. por qué: porque cuando yo leo lo que dicen los periódicos de un muerto, siempre saco de ello motivo para reír.
Atienza de los Juglares

Los elogios fúnebres son ridículos y tengo el deber de velar porque no se me ponga en ridículo, después de muerta.

Si ve Vd. a mi hijo por ahí, no le diga que le he escrito en este sentido; esta es una de las cartas que escribo a escondidas, porque no quiero cerca de mí caras tristes y uno de mis mayores cuidados es tener engañado, en lo posible, a Jorge, sobre la gravedad –inminente quizás-, de mi estado.

¿Con que quedamos en esto?

Su verdadera amiga, Isabel Muñoz Caravaca.
Guadalajara, 17 de febrero de 1914.