jueves, marzo 26, 2015

CIEN AÑOS, SIN ISABEL MUÑOZ CARAVACA. Doña Isabel



CIEN AÑOS,
SIN
ISABEL MUÑOZ CARAVACA.
Doña Isabel

Tomás Gismera Velasco

   Doña Isabel Estimada:

   Cien años han pasado desde que nos dejó, y parece que fue ayer, a pesar de que han sido muchas las cosas que desde entonces se han sucedido, en Atienza, y en Guadalajara, a donde Vd., se marchó a descansar a la eternidad de los siglos, y al recuerdo.

    La hubiese gustado a Vd., conocer todos los cambios, para bien los unos y los otros porque tenían que sucederse, que han ocurrido de entonces a hoy. La mayoría de ellos la hubiesen alegrado, pues por ellos luchó a brazo partido. Se llevó tantos disgustos y malas querencias y aguantó con el pie firme y la mirada fija, a la espera de que aquellos vaticinios previstos se cumpliesen.

   Ya sabrá Vd., puesto que conoció la noticia, que tras las infinitas obras, y tras tanto pedirlo, se levantó por fin una nueva escuela para las niñas, donde Vd., decía. Diez años tardaron, prácticamente, en levantar el edificio que al día de hoy ni es escuela ni es nada. Uno de esos alcaldes con los que Vd., hubiese sido crítica hasta lo inconcebible, con el consenso de sus ediles puso el edificio en manos particulares y eso es hoy, propiedad particular.

   Las escuelas, y los maestros. Su eterna lucha de tantos años. Por fortuna las escuelas fueron mejorando. En Atienza también. Tras aquella, que se hizo vieja, se levantaron otras, que tampoco son ya escuelas ni nada. El edificio está ahí también, como el otro, pero aquel Alcalde del que ya le hablé imaginó que mejor estaba el edificio en otras manos… Sí, se va Vd., a reír, pero de aquellas aulas que conoció no queda en Atienza ninguna. Todas fueron a parar a manos particulares por decisión municipal. Aunque el Ministerio, que ya se ocupa, levantó otras. Apenas tienen un par de docenas de alumnos, y estas docenas, reuniendo a todos los chiquillos de los pueblos del entorno. ¡Qué tiempos aquellos, cuando en sus aulas se juntaban cincuenta o sesenta mozuelas!

   Los maestros también son mejor mirados, y pagados, que en sus tiempos. Aunque no vaya Vd., a creer, que con los tiempos que corren, parece que hubiese alguien que, volviendo atrás la mirada prefiriese que eso de la educación fuese, como en otros tiempos, para unos pocos. O mejor, para quien se lo pueda pagar, que no es todo el mundo.

   Me viene a la memoria aquel su artículo, el que tituló “Motín de Intelectuales”, para describir la situación, aunque no se refiriese precisamente al asunto de los maestros en él. No lo llegó Vd., a conocer, pero imagino que lo celebró igualmente. Se abolió al fin la pena de muerte, aunque no hace demasiado. A Vd., la puedo asegurar, de haber vivido unos años más, en Atienza o Guadalajara, se la hubiesen llevado por delante, en Atienza se llevaron a algunos de sus amigos, en Guadalajara también, dijeron que fueron cosa de la guerra, pero ni guerra ni gaitas, fueron venganzas de alcaldes y concejales y… A quien dirigió los pelotones de ejecución, y ejecutó sin miramiento, le hicieron lo que no hicieron con Vd., pusieron su hombre en una calle, y ahí la continúa teniendo, para vergüenza de quienes conocen la historia. Aunque los desmemoriados prefieren hacer oídos sordos a la razón. Claro que algunos de nuestros concejales y diputados no lo son por su intelecto o su gracia, si no porque… Ya sabe, razones que incluso, al día de hoy, se escapan. La política, y lo que hay detrás de la política es hoy, como en sus días, sumidero de miasmas.

   Mucho se enfadó Vd., con don Benito Pérez Galdós, a quien ahora recordamos con admiración, a pesar de que echase Vd., su cuarto a espadas por aquello de poner a Atienza en la órbita de la novela con palabras que no la gustaron. A nosotros nos gusta, y gusta saber que el escritor hizo de Atienza solaz de la épica literaria. También, lo sepa, la hicieron otros después, e incluso, por aquello de salir al mundo, a los de Atienza nos sacaron a través del cinematógrafo, que ya Vd., lo predecía. Como lo de los astros, a los que no se los teme como entonces. ¡Una mujer estudiando astronomía! ¡Jesús!

Las que debió de pasar, y cuántas lecciones dejó escritas en sus estrellas desde el patio de la Trinidad, que sigue hoy como ayer ofreciendo el telón infinito en el que observar la luna a la que, por cierto, dicen que llegaron a poner sus pies en vuelo directo y sin escalas desde la tierra. Seguro que le hubiese gustado ir en aquel viaje, por estar más cerca de los cometas que observó desde esos rincones atencinos cuando la tomaban por, poco menos, que loca. Y ¡anda que no sabía Vd., de cometas!, del Daniel, del Halley… y de eclipses… Que hasta aquí se trajo al gran Flammarion desde el París de la Francia…

   No la voy a decir nada en torno a la leyenda, la del Cid, que tampoco vio Vd., con buenos ojos. Los estudios en torno al personaje continúan y Atienza está en una de las rutas turísticas del dicho. Ahora, en asunto de turismo, todo son rutas: del Quijote, de los castillos, del románico, de las leyendas… Ya ve lo que son las cosas, entonces a quienes proponían ese tipo de mejoras los tomaban por lerdos, hoy, como quienes las proponen son los politiquillos de pueblo, engreídos y crecidos hijos del pastor o del cabrero reconvertidos en intelectuales sin sesera adoradores y besamanos del califa, o del cacique reconvertido en demócrata que los paga, son adelantos en el progreso de la civilización y prosperidad de los pueblos, que poco prosperan, al contrario doña Isabel, se nos mueren, que parece que a los señores y señoras de los despachos oficiales no parecen interesar, porque ni son de por aquí, ni nos conocen ni les importa otra cosa que la nómina mensual y el voto, como entonces, los mismos perros con collar distinto. Prefieren tener estos lugares para coto de caza y alivio dominguero propio, de sus amistades y afines políticos. Y quien pueda mantenerse, se mantenga.

   Es mucho lo que ha cambiado. Las mujeres votan; las niñas van a la escuela con los niños; tenemos agua corriente en casa sin necesidad de ir a la fuente, y la higiene, para bien, ha dado un vuelco; las calles están empedradas y asfaltadas, no se degüellan gallos en los carnavales, aunque se continúen descalabrando toros, torillos y toretes por los cristos… ¡Ah!, no se me olvide, en Guadalajara dieron su nombre a una calle y su Jorge, que se hizo poeta de los buenos, dedicó unas cuantas de sus obras a Atienza. Y uno de sus admiradores, Juan Pablo Calero, escribió su biografía.

  Supongo doña Isabel, que la hubiese gustado conocer los tiempos que vivimos. Vivió los suyos, porque cada cual vive el tiempo que le toca, lo que no es malo del todo, porque, de ser las cosas fáciles, no tendríamos, como Vd., bien recordaba, por qué salir al diario batallar.

   Ya ve Vd., cien años después, la continuamos recordando, y admirando, que fue mucho lo que nos enseñó y dejó para ejemplo futuro, en Atienza, y en Guadalajara.