jueves, marzo 26, 2015

GUADALAJARA.- FIESTAS, RITOS Y COSTUMBRES.



GUADALAJARA.- FIESTAS, RITOS Y COSTUMBRES.

   Una de las mayores muestras del folclore nacional, quizá la mayor, tiene lugar en las semanas previas a la Cuaresma, dentro del ciclo invernal, en una serie de festejos relacionados tradicionalmente con el carnaval, entendiendo como tal, todos los ritos en los que toman parte figurantes enmascarados que animan y entretienen las fiestas de la temporada.

   Botargas, Zorras, Zarrones, Vaquillas, Diablos y Enmascarados, desfilan por un buen número de nuestros pueblos. Ahora bien, cabría preguntarse en que momento ven éstos la luz, cierto es también que a lo largo de los siglos han ido desapareciendo de otros festejos tradicionales y se han incorporado a fiestas populares perdiendo identidad.

   Sin embargo, aunque someramente lo haré, no voy a profundizar, por limitaciones de espacio, en la discusión histórica sobre sus orígenes, capaz por sí sola de llenar unos cuantos volúmenes de exhaustivo estudio, si bien éstos personajes, emparentados con juglares y trovadores medievales con nombres fonéticamente semejantes e idénticos fines, vienen  apareciendo en sucesivas crónicas, al menos desde el siglo VI, y aunque por extensión y semejanza bien podrían emparejarse con los del resto de España, o al menos las dos Castillas y una buena parte de la Mancha, me limitaré a la provincia de Guadalajara.

   Botargas y Enmascarados hoy conocidos cumplen distintas funciones, ya descritas en los siglos XVI y XVII, como figurantes que acostumbran a ir detrás de las fiestas y procesiones para detener y espantar la "canalla enfadosa  de muchachos, y para más horror de éstos, los visten en hábitos y figuras de diablos"; ésta descripción corresponde a 1611, si bien con anterioridad, bien contratados por el clero, bien por el municipio, ya pasearon sus dotes por las poblaciones al menos desde la Alta Edad Media.

   Enlazados con el carnaval los vemos en días y semanas anteriores, cierto es también que no hay acuerdo a la hora de fijarlo, en el siglo pasado se coincidió en señalar su inicio el 7 de enero, en Razbona sale éste día la Botarga,  y en Fuentelahiguera, Tortuero y Viñuelas lo hacía el día anterior, la noche de Reyes, si bien ya en vísperas de fin de año hace su aparición en Robledillo de Mohernando la "Botarga de los Casados", recientemente recuperada tras cerca de setenta años de inactividad.

   También en Alarilla, con el nombre de Zarragón, aparece poco antes de las campanadas de año nuevo su Botarga, recorriendo los parajes  cercanos a la localidad, en un gesto que trata de ser una conjura contra los malos espíritus, en éste como en otros muchos, éstas interpretaciones no obedecen sino a creencias populares, puesto que éstos individuos tenían bien fijados sus actividades en siglos pasados, no obstante la herencia a ellos añadida, como resultado de ancestrales ritos recibidos de pretéritas civilizaciones.

   Pero como más tarde volveremos a encontrar botargas y enmascarados en otros días, pasemos página momentáneamente para fijarnos en los festejos de enero.

   Es éste mes festivo por naturaleza en lugares en los que la ganadería tuvo especial incidencia, coincidiendo con el patronazgo de San Antón sobre los animales. En su víspera, ya anochecido, en la murada localidad de Palazuelos hacían su entrada los pastores, haciendo sonar los cencerros de sus rebaños, que quedaban en las cercanías en espera de la bendición del día siguiente. En Cendejas de Enmedio, donde San Antón fué en tiempos la fiesta mayor, su Cofradía repartía entre el público bacalao, pan, vino y dulces, previamente recolectados, y en Moratilla de los Meleros, días antes se organizaba el "baile del japé".

   En Alustante se saltó la hoguera, pues como en otros muchas localidades el fuego de San Antón trataba de conjurarse así al desconocer que la enfermedad cutánea así llamada no provenía del castigo divino. En realidad lo originaba un germen del pan. Las cenizas de éstas hogueras eran luego esparcidas por los campos, una vez bendecidas con el fin de fertilizarlos.

   Costumbre habitual fué también la rifa de un cerdo, el llamado en muchas localidades "cochino de San Antón", por  parte de las cofradías correspondientes, ésta era en Cogolludo la encargada de organizar la marcha hacia la ermita y su procesión, tres vueltas a su alrededor. En Navalpotro los labradores engalanaban sus animales para la función, celebrada conjuntamente con San Sebastián, en cuya festividad se reunían en el Cubillo los cofrades para preparar la caridad del Santo, pan con anises y trozos de queso, caridad que se convierte en vino, pan y cañamones en Castejón de Henares, y salen a la calle ese mismo día, recientemente recuperados en Mohernando, los "Bufones de Palacio", dos personajes a caballo entre el clásico Bufón y la Botarga.

   La Virgen de la Paz se celebró en Ruguilla, en Alovera o en Mandayona, donde existió la tradición del "ahorcado" a similitud de otras localidades, donde un personaje elegido entre los más desarraigados de la población cargaba con los pecados de ésta y era "ajusticiado" por ello en representación del municipio, si aquí era ahorcado, en Oviedo se le arrojaba a un pozo.

   Y siempre la Botarga como eje central en algunos festejos, como los de Valdenuño, Aleas, La Mierla, Montarrón, Taracena, Mazuecos, etc. Desaparecida en algunas poblaciones y recuperada con fuerza en otras, como heredera de aquellos personajes afines, que con trajes vistosos hechos con paños de vivos colores, muy abigarrados, llamados mamarrachos en el siglo XVI y botargas en el XVII, componían con su pantomima y exceso un importante papel en la fiesta.

   Una costumbre profundamente arraigada en nuestros pueblos con motivo de sus diferentes festejos, es el reparto de la Caridad del Santo, que adquiere tintes religiosos en la mayoría de ellos, vista también como una forma de compartir entre las diferentes clases sociales, un día señalado para el municipio, y con tintes fetichistas en otros, la de San Blas para prevenir afecciones de garganta, o la de San Antón las cutáneas.

   El Pan de la Virgen se reparte en Atienza dentro de los actos de su Caballada; pan , chocolate y queso en la fiesta  de Santa Brígida, en el Pozo de Guadalajara; los rollos en Villel de Mesa; secajos en Iriépal, o pan con chorizo en Fontanar, que es la caridad de San Blas, para cuyo reparto un hacendado local legó su herencia al consistorio a fin de que éste lo pusiese en renta y con su beneficio se repartiese la limosna entre los menores de 14 años. La hacienda, conocida como Huerta de San Blas, es ahora un parque municipal, y el ayuntamiento sigue con el reparto entre todo el vecindario.

   Igualmente los animales toman parte en diferentes festejos, principalmente gallos y cabras en los de invierno y primavera, como residuo de gestos totémicos de anteriores culturas, tanto el gallo como la cabra van unidos principalmente a las fiestas de mozos y mozas, el gallo asimilado al paso de las edades y la cabra al exceso.

   Las fiestas en las que el gallo es protagonista principal suelen estar relacionadas con el carnaval, "domingo de gallo" en Hita o Espinosa de Henares; "carrera de gallos" en Alhóndiga, y jueves lardero, con gallo de protagonista en un buen número de localidades.

   La cabra o el cabro, macho cabrio, tuvo relevancia en las fiestas de mozos de Ruguilla o en Membrillera, donde recientemente se ha recuperado la costumbre; no cabe la menor duda que cada uno de éstos ritos merecen estudio separado.

   Pero siguiendo con tradiciones invernales y pasado enero, en apenas una semana, la primera de febrero, tienen lugar la práctica totalidad de los festejos, centrados en San Blas, la Presentación, la Candelaria y Santa Agueda.

Si San Blas curó a un atragantado, de ahí su patronazgo sobre las afecciones de garganta, la Purificación seguida de Santa Agueda en la práctica totalidad del orbe cristiano, no desmerecen en costumbres dentro del folclore provincial.

   Quizá sea Albalate de Zorita donde sus múltiples botargas, no enmascaradas, festejen a San Blas con mas tradición popular, si bien en Peñalver la Botarga del santo, única que no viste el típico atuendo colorista, no deja atrás su municipio; unas y otra son parte fundamental en la fiesta, y las de Albalate, denominadas "botargas danzantes", las únicas que subastan su vestimenta al final de la función del día siguiente, llamado de San Blasillo.

   La Purificación a través de las Candelas sigue el antiguo rito en el que fuego y creencia comparten iguales partes.

   La Presentación de Jesús en el templo y Purificación de María, su madre, ha dado origen a toda una serie de actos conservados en nuestros pueblos y seguidos por nuestras madres.

   Hoy es raro, de no deberse a la casualidad, el nacimiento de un niño en cualquiera de nuestros pueblos, y más raro aún que tras la cuarentena se ofrezcan los pichones, que según lo que dispusiese el abad correspondiente podían terminar en su puchero o alcanzando la libertad.

   En Pioz el pueblo entero ofrece regalos a la Virgen, que después, en celemines de trigo, son subastados para sufragar los gastos de "las tortas de la Virgen", en las que se utilizan cien kilos de harina. En Retiendas se festeja con el encendido de la hoguera de las Candelas y la llamada "Procesión de la Luz", con la imagen de la Virgen acompañada de velas. En Villel de Mesa se bendicen los rollos, que serán repartidos entre los componentes del Ayuntamiento, reservando uno para la Virgen, éste será subastado o destinado después al sacerdote. En Torrejón del Rey la cofradía, en su "rueda", ofrece al pueblo bollos y limonada. En Villanueva de Alcorón "tortas de miel y de nueces", que las mujeres de la cofradía portan en la procesión, junto a los "dones", éstos en bandejas sobre sus cabezas. Los pestiños se subastan en Archilla, y una rosca del mismo dulce, con dos pichones, es la ofrenda de Trijueque, donde sus vecinos acompañan a la Virgen con una vela encendida sobre sus andas, si durante la procesión se apaga, el invierno continuará duro, si se mantiene encendida hasta su retorno al templo, habrá pasado, costumbre enlazada con las supersticiones  que se siguen en otros muchos municipios, como Polán, en la provincia de Toledo.

   Santa Agueda  por su tortura, en la que perdió  los pechos, ha quedado convertida en patrona de madres y lactantes.

   Es fiesta  en la que casi de forma exclusiva participan las mujeres, acompañadas en muchos casos de sus hijos, como en  Valdeavellano, donde los niños recolectan los ingredientes de "Las Patatas de Santa Agueda", o Lupiana, donde éstos meriendan la "Tortilla de Santa Agueda".

   En Galápagos las casadas se burlan de los hombres; mandan ese día en Espinosa de Henares, Humanes, Cogolludo, Yunquera, Malaguilla, Málaga del Fresno...y tuvo relevancia en Ruguilla, sobre cuya fiesta "Los Aguinaldos de Santa Agueda", dejó para la posteridad un excelente relato la pluma amiga de Sinforiano García Sanz.

   Son los preludios del Carnaval oficial, que dará paso a la Cuaresma, el recogimiento y el silencio de los meses siguientes.

   Un importante ingrediente en fiestas y festejos populares lo constituye la gastronomía. Desgraciadamente muchos y suculentos platos típicos que en días señalados cocinaron nuestras abuelas pertenecen al recuerdo. Anteriormente he citado algunos dulces típicos, repartidos al pueblo en las llamadas caridades, sin embargo un surtido número de platos componen y compusieron el menú festivo de nuestros pueblos.

En la zona de Molina se prepararon para días especiales las tortas del alma, a base de miel, en Loranca de Tajuña, las tortas dormidas, y en el Casar, la de las Candelas, Las cagarrias de San Fulcito en Valfermoso de las Monjas, los Cachos en Ruguilla, donde también se elabora un turrón especifico, herencia árabe, el alajú, y por supuesto en casi todos los pueblos, los estofados, calderetas y migas, con ingredientes añadidos de cada zona, nunca faltaron a la cita festiva, como tampoco los huevos y el chorizo  alas vísperas del carnaval, e incluso como merienda infantil del jueves lardero.

   Durante los días de carnaval, botargas y enmascarados recorren las calles de los pueblos, vaquillones, zorras y zorramangos lo hicieron en Atienza, y aunque perdidos por el paso del tiempo y la despoblación,  costumbres que consideramos ancestrales vienen por estas fechas a visitarnos.

Sin profundizar en el amplio campo que sobre su origen se  abre, me limitaré a consignar que como tierra que fue ganadera, en la provincia predominan e históricamente lo hicieron las mascaradas centradas en los animales. Los Vaquillones fueron comunes en toda la serranía de Atienza, a pesar de que en la actualidad únicamente subsisten en Villares de Jadraque, como los diablos lo hacen en Luzón. Ambos guardan entre si cierta relación, cencerros y cornamentas, aunque su vestimenta sea distinta, los vaquillones se cubren con cobertores utilizados antaño como aparejo de los animales y los diablos con una especie de sayón negro.

   Mascaritas y botargas salen a las calles de Almiruete,  con caretas que representan animales, y como en otras localidades, en Almiruete sus mascaritas, representadas a lo largo del tiempo por mozos y mozas, al termino de la representación por las calles del lugar se reúnen a merendar el somarro, como en otros lugares se merendaba el gallo, el cabro, etc.

   Una costumbre peculiar del carnaval provincial, lo fué durante siglos la muerte del gallo a manos de los escolares el jueves lardero, hoy el gallo es corrido en Hita y fué paseado y defendido de forma galante, a garrotazos, por las mujeres de Espinosa, y aunque rescatándose del olvido vuelven a nuestras calles peculiares costumbres, como la de los Chocolateros de Cogolludo, este rescate a través del tiempo nunca devuelve la forma original, pues obligadamente sufre con harta frecuencia alteraciones que en poco favorecen el costumbrismo, pues van más encaminadas al espectáculo y la atracción turística, perdiendo en ello fuerza expresiva y por supuesto tradición folclórica.

   Dentro de ésta pérdida de identidad han de figurar necesariamente arraigadas costumbres tradicionales que fueron en su día espejo público con identidad propia de diferentes poblaciones, Soldadescas y desfiles que con tradición de siglos vivieron años de esplendor rural se han  aclimatado a días de fiesta local.

   Dentro de éstas mantienen su ser las promesas antiguas,  algo desvirtuadas de las Soldadescas en Hinojosa o Mazuecos, surgidas de antiguas promesas, como lo fué la desaparecida de Codes.

   Ha resurgido con fuerza las Mayordomas de Alcocer, fiesta de mujeres que sigue otras de  Castilla, concretamente en Soria y Segovia, de similar estilo, que rememoran actos tan increíbles como lejanos, y dentro de éste resurgir, Moros y Cristianos vuelven a las calles de poblaciones como Albalate o la propia Hinojosa.

   Y más tradicionales y arraigadas, tanto como poco estudiadas y por tanto incomprendidas y desvirtuadas por ese desconocimiento, se encuentran dos de las Cofradías que por antigüedad e historia son señas de identidad para dos de las poblaciones más importantes de la provincia, Molina de Aragón y su Cofradía de Caballeros de Doña Blanca y Atienza, con la de la Santísima Trinidad, que anualmente celebra la típica Caballada, gesta histórica del siglo XII, con suya historia y contenido, estatutos y funciones, podrían completarse muchas decenas de páginas de la historia provincial.

   Sinforiano García Sanz dedicó un buen número de días y de horas al estudio de una de las costumbres de su pueblo, "Las Mozas Ramas", de Robledillo de Mohernando, una herencia más de las muchas dejadas  en la provincia por las Ordenes Militares de Caballería. Esta costumbre del Domingo de Ramos, preludio de la Semana Santa, no es única, en Málaga del Fresno las "Mujeres Cuaresmales" recorren sus calles con su canto de "La Oveja Perdida"; y en la práctica totalidad de las poblaciones es bendecido el ramo, que según las zonas es de olivo, tomillo, acebo, cuando las condiciones lo permiten, o de boj, como lo fué en Alustante, a donde llegaba del bujedal de Piqueras, ramos que una vez bendecidos y a modo de talismán, colgaron de puertas y ventanas a lo largo de los siglos.

   La Semana Santa provincial está alejada  del espectáculo turístico de las grandes procesiones de afamadas ciudades españolas, y es dentro de su ser ejemplo de fervoroso recogimiento en el que se mezclan de forma unánime recuerdos de infancia y devociones mantenidas por cualquiera de nuestras poblaciones.

   Un intenso desfilar de Crucificados recorre nuestras calles, seguidos de una patrona, una Virgen en Soledad, reflejo de un dolor transmitido de generación en generación.

   Son decenas las peculiaridades de cada localidad, siempre con un denominador común, la fé. En Sotillo las mujeres se reúnen en la iglesia para rezar 33 credos, en Valverde de los Arroyos los niños visten una parte de la indumentaria de los danzantes del Corpus, en Zahorejas se entonan las "Cantos de la Pasión", el "Romance de Jesús Amoroso" en Romancos, la "Salve a la Dolorosa" en Atienza...

   Costumbres peculiares tienen muchas poblaciones, en Horche se subasta el derecho a portear los pasos, como en Sienes o Riba de Santiuste, y son muchas las poblaciones que cierran sus actos con la quema del Judas o Pelele, Cogolludo, Navalpootro, Castilmimbre, Sacedón...

   Y Siempre con historias propias en cada término municipal, que hablan de devoción, tradición y sentimiento; en Sigüenza, por suscripción popular, una peseta por vecino, se compró hace unos cuantos años el paso de "La Borriquilla", para la procesión del Domingo de Ramos.  En Sienes la urna del Santo Sepulcro fué construida por el entonces párroco de la localidad, Higinio Olmeda, en madera de peral, para ser luego frotada con aceite de oliva por una vecina, Cecilia Caballero, en 1910. La lista sería interminable.

   Pero si una manifestación lúdico festiva tuvo y tiene fuerza en la primavera alcarreña, ésta es sin duda la dedicada a la Cruz de Mayo, con múltiples representaciones a lo largo de la provincia.

   Es mayo, por naturaleza y tradición, el dedicado a ensalzar la vida que renace con todo su vigor tras el periodo invernal.

   El canto de los Mayos, el enramado de ventanas y balcones, la plantación de la Maya, fué durante siglos una de las muestras folclóricas de más arraigo cultural. Se mantienen en un contado número de poblaciones, desgraciadamente la emigración ha sido la principal causa del desarraigo de la celebración, que ha quedado reducida en un buen número de localidades.

   Valverde de los Arroyos, que mantiene un alto nivel folclórico a través de sus danzantes de la Octava, une en una ambas celebraciones. Fueron muy valorados los mayos de Alcoroches, Matarrubia o Albalate, y curiosos en Esplegares, donde en la taberna del pueblo se reunían los mozos para pujar por su pareja,  subasta que servia para descubrir intenciones, y de la que saldrían no solo  noviazgos, también un buen número de matrimonios. Costumbre similar se mantuvo en Hontova, donde queda "desmayada" la moza que no obtiene pareja. Aquí los emparejados quedan unidos durante todo el mes, siendo habitual su presencia conjunta en todos los actos sociales del pueblo y la presentación oficial a la familia de la muchacha el día

   La Maya, un árbol pelado en el tronco, de gran altura, con todo su ritual, es colocado en muchas plazas  mayores, y constituye con frecuencia un reto para los mozos, pues han de tratar de superar en altura al del año anterior. El de Fuentelviejo superó en 1995 los 25 metros; 24 alcanzó en 1993 el de Cogolludo; 30 en 1997 el de Luzaga, y 42 el de Archilla ese mismo año.

   Rivalidad que en ocasiones alcanza a los pueblos vecinos, en 1821, Palazuelos y Moratilla se disputaron el mismo árbol, que estando "plantado" en Palazuelos, fué "robado" esa noche por los de Moratilla, para volver a Palazuelos la noche siguiente por el mismo método.

   No pocas de nuestras fiestas tienen su punto de partida en una leyenda que el paso de los siglos ha convertido en tradición. La leyenda de Aly Menón y su hija, la Princesa Elima, dieron pié a la celebración en Brihuega de la "Procesión de la Cera"; la fiesta de la Santa Cruz, en Almoguera, tiene su origen en el batallar de sus naturales en las Navas de Tolosa, como su escudo. En Sacedón el culto a la Santa Cara de Dios se inició en 1690 a raíz del golpe de puñal que contra una pared, en la que apareció la reliquia, dió un mendigo. En La Yunta, la devoción al Santo Cristo del Guijarro vino a raíz de la pedrada de un pastor; dos perros encontraron en Albalate la Santa Cruz Aparecida; y otras muchas son debidas a otras milagrosas apariciones en las que la fé y la pasión forman un vínculo de unión entre pueblo e iglesia.

   Gran número de romerías y advocaciones marianas tienen su nacimiento en una milagrosa aparición, la Virgen de la Torre, patrona de Riofrio del Llano se apareció sobre una encina a unos pastores. La de los Remedios,  en Cogolludo, a un labrador mientras podaba sus viñas; la de la Granja, en Yunquera fué descubierta por Bermudo, un pastor, en medio de unos zarzales envueltos en llamas. La Reina del Señorío, la Virgen de la Hoz, es la patrona por excelencia de Molina y su entorno desde su milagrosa aparición en Ventosa; como la de Barbatona, que lo hizo en "el pino de la Virgen", y atrae año tras año a muchos miles de fieles de la provincia y de fuera de ella. La de Sopetrán tiene tras de sí una intensa historia, no menor que la de la Estrella, en Atienza, o la de Mirabueno, que a su alrededor congrega anualmente a los cuarenta pueblos vecinos, para cuya reunión los "emisarios de la Virgen" recorren las tres veredas, los diferentes caminos que conducen a cada uno de los 39 pueblos que han de sumarse con Mirabueno a los festejos; y muchas decenas más son las poblaciones que alrededor de una ermita, una creencia y una fé dan lugar a la reunión festiva que rememora tiempos pasados, une familias y reencuentra amigos de infancia separados por la emigración, pues a veces éstas manifestaciones constituyen el único vínculo de unión que queda con la tierra madre.

   En un buen número de éstas, coincidentes con la Santa Cruz, Santa Quiteria y San Isidro, tiene lugar la tradicional bendición de campos, reparto de cruces, como en Atienza, o situándolas en altozanos, como manda la tradición de  Sienes.

   Pero si algo tiene de llamativa la fiesta popular son las danzas y sus danzantes. Cuando éstos intervienen  ponen color y movimiento en el festejo.

   Un buen número de las danzas y grupos de danzantes que hoy se mantienen tienen su origen en las medievales y suntuosas procesiones de la fiesta del Corpus, muchas de ellas desaparecieron siglos adelante, sin embargo y aún contadas, quedan en la provincia muestras latentes, los danzantes del Santo Niño en Valdenuño Fernández; los de la Octava del Corpus en Valverde de los Arroyos; los danzantes de Majaelrayo, éstos dos últimos con trajes similares, como sus funciones y bailes son los más representativos en cuanto a danzantes se refiere, y algo más alejado en cuanto a parentesco, los danzantes de  Galve, recuperados recientemente, que junto a los vecinos de Condemios guardaban entre sí, como los dos anteriores, una gran similitud en cuanto a danzas, trajes y funciones.

   Los elementos naturales forman también en la fiesta rural un importante aliciente como lo tuvieron en siglos pasados. Uno de ellos, quizá el más llamativo, el fuego, forma parte inseparable de muchos festejos, San Roque, San Blas, San Antón, San Vicente, o la Inmaculada, en poblaciones distantes y dispares de las diferentes comarcas de Guadalajara.

   A pesar de eso, si una época se lleva la palma en cuanto a hogueras, es el solsticio de verano y las fiestas de  San Juan.

   Saltar la hoguera es algo común en éstas festividades, sean las personas o los animales, unos y otros quedaban protegidos y purificados por el fuego.

   Luminarias y procesiones de la luz, recorren en verano un número de poblaciones cada vez mayor, en cuyas hogueras se había de quemar lo viejo, renaciendo nueva vida, populares fueron las luminarias de San Roque, en Atienza, donde como en Budia, en su Sampedrada, se quemaban botos y pellejos.

   En Cubillo de Uceda, por San Simón, se saltaba la hoguera con pértigas y en ella se quemaba el particular pelele, en éste caso "el Simón"; y fiesta pastoril con fuego y saltos de hoguera, sigue siendo "la Machada" de El Bocígano.

   Pero sin desmerecer éstas y similares manifestaciones, son las procesiones nocturnas, acompañando a la patrona con el fuego de las antorchas o el de los rastrojos, quienes se llevan la palma. Costumbre profundamente arraigada en muchos pueblos madrileños, y que tiene en Humanes y su Virgen de Peñahora digna representación.

   La emigración en nuestros pueblos ha dejado en el olvido un buen número de tradicionales costumbres, la contratación de  pastores de San Miguel a San Miguel, la de los segadores por San Pedro, la suelta de ganados a los montes comunales por Santa Quiteria, o la llegada de los muleteros, de Maranchón o Madrigal a cualquier feria, con su propio vocabulario, como los esquiladores, la migaña. (Si quieres conocer la Migaña, pincha aquí)

   La feria fué cita obligada en las grandes poblaciones de un gran número de vecinos comarcanos que por uno o varios días convertían la población en cuestión en un importante centro comercial. Ferias de importancia hubo en Atienza, Sigüenza, Brihuega o Tendilla,  y éstas están en el origen de muchos de los festejos, que desaparecidas éstas, se siguen manteniendo como recuerdo de unos tiempos sino mejores, al menos si más entrañables, humanos y cordiales.

   Muchos festejos taurinos nacieron a raíz de las ferias, también otros se celebraron en festividades de Corpus, y son éstos hoy en día, uno de los principales elementos de la fiesta, ante todo, de la fiesta patronal, hasta llegarse a decir "que no hay fiesta sin toros", afirmación que se escucha cada verano en muchos municipios. En 1996 se celebraron en la provincia 780 espectáculos taurinos, de ellos 551 fueron festejos tradicionales, capeas, encierros o becerradas.

   La lucha con el toro, un ejercicio de valor, es tan antiguo como la propia civilización, como también lo son los encierros, costumbre antigua, que arranca cuando las reses era llevadas a pié  desde las ganaderías hasta los pueblos y se mantenían  en los campos o prados próximos con el fin de que mantuviesen intacto su estado salvaje hasta la hora de la corrida. En la actualidad los llamados encierros camperos en poco se asemejan a lo que fueron, y en general han perdido su sentido histórico, no obstante mantenerse como mera atracción turística.

   Son en muchas ocasiones el eje central de fiestas patronales o de verano, celebradas en la mayoría de los casos al final de la cosecha, cuando de los carros cargados de mies colgaba la calabaza iluminada que anunciaba a los vecinos el final de la recolección por tierras de Atienza.

   Junto a los toros, novenas, misa mayor y procesión, no han de faltar los juegos populares, "el baile del pollo" por las parameras de Molina, los juegos de la estornija, la barra, la chota o el hinque, y un final  espectacular, la pirotecnia, que ya se utilizó de antiguo en un buen número de celebraciones, en Atienza se conocieron en octubre de 1755,  con ocasión de la dedicación al culto de la capilla de su patrón,  entonces el Cristo del Amparo.

   Y son tantas las advocaciones marianas que sus nombres llenarían un largo listado, La Virgen del Buen Labrado en Ablanque; de los Albares en Algar; del Saz en Alhóndiga; de los Gavilanes en Anchuela del Pedragal; del Madroñal en Auñón; del Lluvio en Clares; de la Muela en Driebes; de la Escala en Escamilla; de la Cuesta en Hita; de la Oliva en Moratilla...

   No menos numerosa sería la de los Cristos; de la Agonía en Balconete, de la Expiración en Cabanillas, de la Fé en Cañizar, del Val en Cogolludo, de las Victorias en Molina, de los Burracos en Montarrón, el Gallardo en Marchamalo, de los Remedios en Tórtola...

   Casi todos ellos tienen hermandad o cofradía que le rinda tributo, y se encarga  en muchas ocasiones de organizar los actos de culto. Muchas de éstas hermandades son herederas de las antiguas cofradías gremiales de las que nada o poco queda, puede que la de Recueros y Arrieros de Atienza, bajo la advocación de la Santísima Trinidad, sea la única que mantiene estatutos y costumbres, aunque no el oficio, desde su origen en los comienzos del siglo XII,  no obstante la mayoría, de carácter religioso, son posteriores al Concilio de Trento, a partir de éste también un buen número de las gremiales cambiaron estatutos.

   Unas de las más curiosas y mayor sentido espiritual fueron las cofradías de Animas, hasta siete se contaron en Atienza y a la de Condemios de Arriba pertenecían la práctica totalidad de los hombres del pueblo, a los que se pasaba lista en los momentos previos a un funeral. La misión de todas ellas consistía en ejercer la caridad a la hora de la muerte, corriendo con los gastos de entierro y funerales de quienes lo necesitaban por falta de medios, como un gesto de humanidad y de respeto a los muertos, muchas de ellas estuvieron en activo hasta bien entrada la segunda mitad de nuestro siglo.

   No faltan en ningún rincón de nuestros pueblos viejas leyendas y antiguas tradiciones que salen a la luz el día de los Difuntos, cuando en muchos lugares  tocaban las campanas a la hora de ánimas y el silencio de la noche, el recuerdo y la añoranza reverdecian al amor de la lumbre estampas antañonas de viejos oficios, leyendas de reyes moros, de bellas princesas que corrieron por nuestros valles, de festejos y costumbres que fueron un día el mejor regalo que a nuestros abuelos les legaron sus mayores. Viejas estampas que nos hablarán por siempre de nuestra querida tierra.

TOMAS GISMERA VELASCO.