martes, marzo 24, 2015

ISABEL MUÑOZ CARAVACA, SU FINAL.



ISABEL MUÑOZ CARAVACA, SU FINAL.

   En 1914 la enfermedad comenzó a apoderarse de ella, aunque trató en todo momento de sobreponerse al mal. Detestaba, por encima de todo, que la compadeciesen, y así lo hizo saber al director de Flores y Abejas cuando el semanario dio cuenta del mal que la aquejaba.

   Falleció en la madrugada del 28 de marzo de 1915. Siguiendo sus instrucciones, Flores y Abejas, el semanario para el que más escribió, se limitó a publicar la esquela dando cuenta de su fallecimiento.
   Otros semanarios de Guadalajara ampliaron la noticia, dando cuenta de su personalidad, como El Liberal, La Orientación, o La Palanca.

   Así lo recogió La Palanca:

   “El domingo 28 entregó su alma a Dios la notable escritora y profesora de primera enseñanza, doña Isabel Muñoz Caravaca, viuda del que fue sabio catedrático del Instituto del Cardenal Cisneros de Madrid, don Ambrosio Moya

   La cruel dolencia que venía padeciendo hace años ha dado fin a la existencia de una mujer que demostró en vida cuan equivocados están los que entienden que solo es patrimonio de los hombres la erudición y el estudio.

   Trabajó siempre y deja muchas obras escritas y no pocos artículos periodísticos; en unos y otros se vio siempre la gran cultura que poseía.

   Para muchos, por la crudeza de su estilo y por la valentía con la que atacaba todas las cuestiones, pasó por escéptica en materia religiosa, pero ha demostrado en los últimos meses de su enfermedad una gran fe y con entereza inconcebible, ha cumplido todos sus deberes para con Dios y dado ejemplo de humildad y resignación cristiana.

   Conocedores de su modestia y de lo poco que gustó siempre que se ocuparan de su personalidad, ponemos fin a estos renglones, deseando la haya acogido Dios en su seno y rogando a nuestros lectores la tengan presente en sus oraciones”.

   La Unión decía:
   “La enfermedad que a esta bondadosa señora la tenía postrada y retirada de la sociedad ha tenido un triste desenlace.

   Ha muerto como mueren las inteligencias poderosas en nuestra católica España, confortada por los sacramentos y cuidada por su hijo Jorge, único que vivía con ella desde que estuvo desempeñando la escuela pública de Atienza.

   Fue la finada una notable escritora, teniendo como característica cuanto salía de su pluma la fluidez. Escribía con una sencillez encantadora.
   Dios haya acogido su alma preciosa en su seno y de a sus hijos resignación para sufrir tan duro golpe”.

   El Liberal lo contaba en su portada, glosando su vida y obra:
   “…del temple de su espíritu, de la fortaleza de su ánimo, nadie puede hablar mejor que nosotros que hemos presenciado de cerca los últimos momentos de su vida.

   Tolerante mujer de su siglo, o mejor dicho, de un siglo que no ha llegado aún, tenía para las debilidades ajenas una sensibilidad exquisita… sabía llorar con los humildes, compartir con ellos sus sufrimientos, y socorrer en silencio sus miserias físicas, morales e intelectuales… Representaciones de las diversas clases sociales acudieron a rendir el último tributo a la escritora distinguida, a la mujer buena, que de todos supo hacerse amar y respetar”.