martes, marzo 24, 2015

ISABEL MUÑOZ CARAVACA



ISABEL MUÑOZ CARAVACA
Por Tomás Gismera Velasco

   Doña Isabel Muñoz Caravaca (Isabel María Magdalena Josefa Muñoz-Caravaca y López de Acebedo), no nació en Atienza, sino en Madrid, el 3 de agosto de 1848; hija de un acaudalado matrimonio originario de Ciudad Real y Madrid. De Ciudad Real (Alcázar de San Juan), era el padre, Francisco; y de Madrid su madre, Alejandra.

   En Madrid estudió sus primera letras, y lo que era algo más extraño en una mujer de aquella época, estudio el Bachillerato, música, francés.., e incluso obtuvo el título de maestra.

   Probablemente sin intención de ejercer ninguno de aquellas asignaturas estudiadas ya que por aquel tiempo el futuro de la mujer se centraba en el matrimonio. Ella se casó el 7 de diciembre de 1874, en Madrid, con Ambrosio Moya de la Torre, hombre mayor que ella, catedrático de profesión, con varias especialidades, matemáticas, física y química, e incluso delineación.

   Doña Isabel, a la muerte de su esposo veinte años después de contraer matrimonio, solicitó una plaza de maestra, obteniendo la que en Atienza había dejado libre la maestra de niñas doña Escolástica Téllez.

   Llegó a Atienza en el verano de 1895, instalándose en la misma escuela, que entonces contaba con vivienda para la maestra (en el edificio que posteriormente ocupase Extensión Agraria).

   Pero doña Isabel Muñoz Caravaca no era una maestra como las que Atienza había conocido hasta el momento, limitadas a enseñar a sus alumnas las nociones básicas, sino que llegando mucho más allá trataba de que sus alumnas entendiesen que, en una sociedad dominada por los hombres, tenían los mismos derechos que ellos, entre otras muchas cosas. Lo que la llevó a constantes enfrentamientos con la sociedad atencina, con la iglesia, con el Ayuntamiento, e incluso con aquellos sectores que durante años dominaron, de manera caciquil, la vida de la comarca.

   Presionada por esa sociedad que trataba de combatir, dejó su cargo de maestra, a sueldo del municipio o del ministerio, en el mes de septiembre de 1902; no obstante continuó dando clases particulares, al tiempo que instauró lo que se llamó escuela de adultos, en lo que durante los años que continuaría residiendo en Atienza sería su domicilio particular, en la calle de la Zapatería, frente a San Roque.

   A raíz de dejar de dar clases, doña Isabel comenzó una nueva labor, la periodística, que ya había  esbozado en la revista que, en 1898, vio la luz en Atienza, pasando después a Jadraque como “Alcarria Ilustrada”, donde escribió algunos artículos sobre lo que podríamos llamar “costumbrismo atencino”. En aquellos primeros conocidos combatió una de las festividades que ella entendió “bárbaras”, en Atienza, el descabezamiento de gallos el día de Jueves Lardero, y ya venía combatiendo otra de las fiestas nacionales que, con tanto arraigo en Atienza, entendía fuera de lugar, las corridas de toros.

    Pero aunque doña Isabel había dejado el magisterio oficial, continuaba siendo y sintiéndose maestra, tratando, por todos los medios, que los derechos de los maestros fuesen reconocidos, lo mismo que abogaba por los derechos igualitarios de la mujer, el derecho de la mujer al voto, su independencia frente al marido y, tantas cosas más, que sería largo de describir en breves líneas. Lucha social que compaginó con otra de sus dedicaciones, la astronomía, siendo reconocida a posterioridad como una de las más personas mejor instruidas en el estudio del universo en aquella época.

   Luchadora social que la llevó a combatir la pena de muerte, o abogar por la igualdad social en lucha contra ese “caciquismo local” que tanto la combatió en Atienza, hasta que, con ocasión de obtener su hijo, Jorge Moya, un  trabajo como periodista en Guadalajara, se trasladó con él a la capital de la provincia en 1910,  falleciendo en Guadalajara el 28 de marzo de 1915.

   De su trabajo literario quedan decenas de artículos, la mayoría de ellos publicados en la prensa de Guadalajara, el semanario Flores y Abejas principalmente, así como en las anteriormente señaladas revistas que republicaron en Atienza y Jadraque, “Atienza ilustrada” y La Alcarria ilustrada”, también publicó algún otro en “El Briocense”.

   Su escritura es crítica y combativa. No hay aspecto de la sociedad que, imaginándolo discriminatorio o injusto contra algún sector, no combata. Desde la pena de muerte, a la riqueza, en contra de la  pobreza de otros. Al tiempo que se aventura a ofrecer soluciones para una tierra que ya, en aquella época, comenzaba a experimentar una creciente emigración por falta de iniciativas que renovasen la vida rural.

   Isabel Muñoz Caravaca escribe sobre Atienza, sobre las tradiciones de Atienza, con algunos interesantes artículos sobre las fiestas de San Roque o las patronales del Cristo; artículos en torno a la astronomía con ocasión de los eclipses de sol que tendrán lugar en la época; artículos en contra de la pena de muerte con motivo de las que se dictan, tanto en Atienza como en la provincia; artículos en defensa de la profesión del maestro; artículos a favor de la igualdad femenina, del voto femenino, de la educación de los adultos… Fue, sin lugar a dudas, una adelantada a su tiempo.