viernes, noviembre 04, 2016

LOS “CRISPINES”; SOBRE LA COFRADÍA DE SAN CRISPÍN Y SAN CRISPINIANO, PATRONOS DE LOS ZAPATEROS Y CURTIDORES, DE ATIENZA



LOS “CRISPINES”;
SOBRE LA COFRADÍA DE SAN CRISPÍN Y SAN CRISPINIANO,
PATRONOS DE LOS ZAPATEROS Y  CURTIDORES, DE ATIENZA

Tomás Gismera Velasco


   Se conservan, en el Archivo de la Clerecía de Atienza, los al parecer últimos restos de una de las cofradías más desconocidas con las que contó la villa de Atienza, al menos nada hemos encontrado escrito en torno a ella salvo las referencias a alguna de sus celebraciones en los libros diarios del antiguo convento de San Francisco.

   Se trata de la cofradía de los Santos Mártires San Crispín y San Crispiniano, que estuvo adscrita a la iglesia de Santa María del Val. Lo que se conserva de ella en el Archivo de la Clerecía son los libros de cuentas que median entre 1702 y 1758.

   Evidentemente se trataba como otras existentes en la villa, de una cofradía gremial, en este caso dedicada a festejar a los santos patronos de zapateros y curtidores, y reunir en ella a imagen de la única que nos han llegado, la de arrieros que festeja la cofradía de la Santísima Trinidad, o La Caballada, a los miembros de aquellos oficios, a fin de ayudarse entre ellos en asuntos tan humanos como el entierro, la última enfermedad o la asistencia a la familia del fallecido cuando carecía de medios.





   Un simple repaso al Catastro del Marqués de la Ensenada de 1752, época de la que se conservan las cuentas de la cofradía, nos dice cuántos y quiénes eran los que en Atienza se dedicaban al oficio, donde ya se nos habla de la existencia de quince thenerías, catorce pertenecientes a seculares y la otra al Cabildo Eclesiástico, así como diecisiete tratantes de suela y cordobán, estos eran:

-Antonio de Riaza
-Fernando de Arrivas
-Joseph Lázaro Bermejo
-Francisco Letón, mayor
-Francisco Letón, menor
-Julián Llorente
-Juan Yagüe
-Juan Ayllón
-Santiago Hernández
-Miguel de Andrés, mayor
-Miguel de Andrés, menor
-Bhaltasar Aparicio
-Francisco Bermejo, mayor
-Francisco Bermejo, menor
-Manuel Yagüe
-Francisco Yagüe
-Manuel Cobeño

   El “mayor” o “menor”, se refiere evidentemente al padre y al hijo, en ocasiones con el mismo nombre, ya que estos oficios pasaban, como el mismo nombre y apellidos, de padres a hijos, manteniéndose en las mismas familias a través de los siglos.

  Junto a estos, nada menos que veintisiete zapateros; un oficial y dos aprendices. Por lo que, entre unos y otros, se aproximaban al medio centenar; a los que habríamos de añadir, como en otros oficios y aquí vemos  por la relación de apellidos, a sus familias respectivas, lo que nos da un número bien significativo a la hora de formar entre ellos, para salvaguardar sus intereses, su propia cofradía o hermandad. O más bien continuar con ella.

   Mucho tiempo después, en los inicios del siglo XX, todavía el gremio de zapateros y curtidores tendrá amplia representación. Así, por ejemplo, en 1905, en un censo incompleto, teníamos cuatro zapateros con taller abierto: Donato y Fausto Cabellos, y Emilio y Tiburcio de las Heras. Mientras que en el censo industrial de 1908 nos aparecen relacionados con los mismos oficios un número mayor, y acorde a la realidad del momento. Figurando dos albarqueros: Silverio López y José Arribas; y cuatro zapateros: Esteban García, Carlos Guijarro, Pedro Galán y Feliciano Esteban. Nombres que poco a poco, a través del transcurso del tiempo quedarían reducidos a uno sólo ya avanzada la última mitad del siglo XX, hasta la extinción en Atienza del oficio.

   Desconocemos, por falta de datos, cuando nació la hermandad y cuando desapareció, todo hace pensar que sus últimos pasos se dieron a fines del siglo XIX, probablemente en la misma iglesia a la que estuvieron adscritos, la de Santa María del Val. Pues hasta poco antes de la desaparición del convento de San Francisco a él pagaban la misa mayor con motivo de su santo patrón.

   La mayoría de las cofradías correspondientes al gremio surgieron en torno a los siglos XIV y XV, por lo que, sin datos que nos lo confirmen, admitiremos que la cofradía de zapateros de Atienza surgió igualmente en esta época, la de mayor auge económico de la villa, y por ello de algunos de los oficios manuales que más renombre dieron a la población en siglos pasados. Puede que no tenga mucha relación, no obstante la calle que recuerda al gremio, la Zapatería, por aquellos siglos era la calle principal de Atienza, la calle Mayor o Real, cuya denominación cambió a partir de finales del siglo XV o inicios del XVI. ¿Algo a tenerse en cuenta? Probablemente sí.

   San Crispín y San Crispiniano fueron dos hermanos, romanos y de familia noble, que vivieron en el siglo III y murieron decapitados por Diocleciano. En su huida de Roma se asentaron en Francia, donde predicaron el cristianismo y se ganaron la vida haciendo zapatos por la noche. De ahí, todo lo demás. Incluso Shaskespeare los cita en su Enrique V.

   Sabemos, a través de los libros de cuentas, que la cofradía contaba con dos “Baras” de plata, correspondientes a Prioste y Mayordomo, pues ambas fueron “aderezadas” (arregladas o compuestas) en 1713 por importe de catorce reales, ajustándose la cofradía a un ordenamiento de mandos similar a las del resto de hermandades, en las que anualmente se renovaban los cargos, siendo de obligado cumplimiento la celebración del patrón, el 25 de octubre, así como la asistencia a los funerales y entierros de los cofrades, los cuales se reunían ese mismo 25 de octubre en comida fraternal para la que se sacrificaban varios carneros pertenecientes a la propia hermandad. Hay que recordar que hasta finales del siglo XIX o comienzos del XX en otros casos, la mayoría de las cofradías de Atienza criaba, para la celebración anual, sus propios carneros que, en la mayoría de los casos, como era el de la Santísima Trinidad, pastaban libremente por los campos atencinos.

   Para los franciscanos de Atienza, en cuya iglesia anualmente tenían parte de sus principales oficios como modo de colaborar en el mantenimiento del mismo, los miembros de esta hermandad eran, simplemente, los “crispines”, nombre con el que eran conocidos sus integrantes igualmente en la villa, si hacemos caso a las cuentas del libro de dicho convento, en el que, además, llevaban a cabo el relevo de sus mandos.







   En San Francisco celebraban sus misas de aniversarios, y el padre Guardián del convento era contratado  para los sermones de la fiesta patronal. Probablemente como queda dicho una forma de colaborar con los frailes, sobre todo tras los avatares de la Guerra de la Independencia que dejaron al convento maltrecho en alguna de sus partes.

   De la cofradía se dejan de tener noticias con la desaparición de San Francisco y la exclaustración de los frailes. Las cuentas de la cofradía apenas dejan otras reseñas que los gastos habituales en misas, funerales, vinos y almuerzos de la hermandad. Probablemente con el tiempo aparezcan algunos rastros más que nos hablen de los zapateros de Atienza, de momento, tenemos el recuerdo, y unas líneas dedicadas a la hermandad. Algo es algo.


   Todavía, a lo largo de la primera mitad del siglo XX se mantuvieron en vigor algunas cofradías en torno a los santos Crispín y Crispiniano en la provincia, puede que la más reconocida fuese la de Sigüenza, que todos los años rifaba un cordero con cuyo producto colaborar a los gastos de la festividad, la celebración religiosa la solían llevar a cabo en la ermita de San Roque. Algunas otras poblaciones de la península tienen por patronos a los santos zapateros, por el Levante, y por Asturias.

   Tras la Guerra Civil española, con la que tantas cosas cambiaron dentro y fuera de la provincia, San Crispín y San Crispiniano fueron declarados patronos del Sindicato de la Piel, con lo que, quienes pertenecían al mismo, se reunían en su festividad, a fin de acudir a misa y tras ella, reunirse en el almuerzo de hermandad clásico de tantas hermandades, al menos en la capital de la provincia.

   En Atienza todavía, al día de hoy, queda el recuerdo del gremio en la calle de la Zapatería, la cual, a pesar de ser rebautizada como de Cervantes, mantiene la memoria del oficio.

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