viernes, febrero 02, 2018

CANTALOJAS DEL AIRE SANO



Memoria de José López Palacios


   Fue don Félix José López Palacios uno de aquellos médicos a medio camino entre el siglo XIX y el XX, a los que tocó luchar contra mil y una creencia y supersticiones, en aquello de llevar la medicina a los pueblos más apartados de nuestra España. En este caso a Cantalojas, a donde don José llegó en 1893.

   Acababa de cumplir los 40 años de edad, y tras varios destinos similares aceptó el cargo que allí se pedía, con un jornal anual de 250 pesetas como médico de la Beneficencia municipal, más las igualas particulares, que le permitían mantener a la familia; mujer y tres hijos. Y de tal manera le cautivó la localidad que a poco de llegar se empeñó en escribir una ligera historia de aquel pueblo. Pueblo que lo recibió con los brazos abiertos. Su alcalde llegó a redactarle unas cuantas cartas que hoy llamaríamos de buena conducta y recomendación, cuando nuestro hombre se decidió a presentar ante la Real Academia de la Historia su mediana “Historia de Cantalojas”, a fin de participar en uno de aquellos concursos históricos tan en boga para los tiempos. El premio “Calvo y Martín”, en su edición de 1905. Su obra ni alcanzó la gloria ni fue seleccionado para llegar a la final, al considerar el jurado que no reunía las condiciones que las bases exigían.



   Nuestro buen don José en lugar de ceñirse estrictamente a las bases, se lanzó a escribir un ensayo medico en el que dejó reseña de la breve historia del lugar, y de lo que para el futuro debía convertirse aquella tierra, en base a la pureza de sus aires. Eran tiempos en los que los madrileños pudientes y gentes de bien vivir buscaban, ya fuese en invierno o en verano, los aires cálidos y sanos del Pirineo o Cantabria, para el reposo del cuerpo y el espíritu. La Real Academia no valoró aquel trabajo. No obstante, para nosotros el documento no deja de ser valioso por lo que representa de conocimiento sobre un pueblo que, como tantos otros, se decía que no tenía historia, o no se conocía, o tan remotos eran sus orígenes, que se perdieron en la noche de los tiempos.

   No deja de ser en algunos casos inocente la interpretación del pasado desconocido. Una inocencia que lo dota, si cabe, de mayor sentimiento. Sobre el origen de su nombre nos dice: Acaso por los violentos huracanes y casi constante viento Norte, que azotara con fuerza las hojas de los árboles, que en gran número poblaban los alrededores, produciendo ese ruido especial, de agitado oleaje, viniera la denominación de Canta la Hoja, y que por modificaciones de lenguaje haya terminado en el nombre actual de Cantalojas.

   Y nos habla del clima, sano, de aquella población y de su entorno. Y del sueño que lo acompañó desde el primer día. Fundar en Cantalojas un hospital para que las gentes acudieran, como lo hacían a los balnearios norteños a tomar las aguas, a respirar el aire puro de aquel mundo entre pinares: Muchas veces se me ha ocurrido al pasar por estos deliciosos lugares que si por ellos cruzara próxima una línea férrea, si la construcción de carreteras y caminos vecinales fueran una verdad en esta olvidada región, si los medios de transporte se hicieran fáciles en esta sufrida y desdichada comarca rural, qué hermoso punto de residencia para establecer estaciones o sanatorios de verano.
   Fue, igualmente, durante el tiempo que permaneció en Cantalojas, maestro de la escuela de niños, por lo que no resulta extraño que se muestre crítico, sobre todo, con el aspecto de la cultura. Pues tras dejar un reflejo exacto de la situación médica del pueblo en los diez años en los que permanece, con un listado de los fallecimientos, nacimientos y matrimonios, aborda el tema más complejo: La situación local, en cuanto a casa-habitación, trabajo, etc.:




(Accedes a los libros pulsando sobre su título)


      El casco de la población está formado en general de casas bajas, pequeñas y húmedas, con insuficiente luz y ventilación, y donde la higiene brilla por su ausencia. Una reducida y humosa cocina, una pequeña salita, en cuyo fondo suele haber otra habitación más reducida, triste y lóbrega, sin aireación y apenas con entrada, y a esta especie de tumba o nicho la llaman alcoba. Alcoba del pobre que tiene por excusa de su pequeñez, la pobreza misma; allí, en aquel  antro y oscuro recinto, sobre un lecho sucio y mal oliente, dan con sus fatigados cuerpos toda la familia, padres y pequeñuelos, envenenando sus pulmones en aquel mefítico ambiente.

      Hoy Cantalojas es un pueblo hermoso, y con hermosas casas que dan a la población un aspecto de villa vacacional, puesto que la mayoría de sus casas se encuentran cerradas y únicamente se abren en el buen tiempo, cuando quienes salieron del pueblo en busca de mejores medios de vida, retornan. Entonces, cien años atrás, sus calles eran desiguales, mal empedradas, las que lo están, y sucias por el continuo paso del ganado, intransitables muchas por los barros, pues los inviernos son largos y fríos, lloviendo y nevando sin cesar

  Ya no nieva ni llueve como entonces, cuando el pueblo quedaba incomunicado con el resto del mundo por espacio de dos o tres meses,  porque para llegar a él no había siquiera carretera: Poco puede decirse en cuanto a vías de comunicación, pues con afirmar que no existe ninguna era punto terminado. Desgraciadamente esta pobre y sufrida comarca no cuenta en su término con ninguna carretera, camino vecinal ni nada, en fin, que indique los adelantos y civilización de nuestro siglo



   A pesar de que contaba con una población que superaba el medio millar de personas, 630 almas, nos dice don Félix José, las que, a pesar de vivir de forma poco menos que mísera, habitaban sus humildes casas compartiendo espacio con los animales de labor, y de alimento: constituyendo un foco de infección, donde establecen amigable consorcio la vaca y el asno, el cerdo y las gallinas. Claro que había alguna que otra que se diferenciaba de las anteriores, aquí eso es la excepción, lo general es la pobreza, rayana en miseria, y el cuadro anteriormente descrito. Y sus gentes, pobres pero sobrios, poco pendencieros y aficionados al trabajo. Con esa humildad, o conformismo, que forjó el seco carácter de los serranos. Pero de su aparente sencillez no hay que fiarse mucho, pues recelosos y con malicia son capaces de jugarle al más listo “una partida serrana”.

   No hacía muchos años que había sido remodelada la iglesia, reconstruida prácticamente desde los cimientos en 1866, y se mantenían algunas de aquellas costumbres que han pasado a la historia de la serranía, en cuanto a la forma de despedir a los seres queridos, aunque ya no se enterrasen en el suelo de la iglesia desde aquel fatídico año del cólera, como pasó a la historia el de 1885. Pero se conservaban otras: Otra mala costumbre que debiera desterrarse por completo de los pueblos y terminantemente prohibida por las leyes de Sanidad, es la conducción del cadáver desde la casa mortuoria al cementerio en caja descubierta, pues aparte que el espectáculo es lúgubre y repulsivo por demás, perjudica también a la higiene pública. Ocurría que en aquellos tiempos no estaba todavía generalizado el enterramiento en ataúd, y este era comunal.

   La escuela estaba convenientemente asistida por su maestro y su maestra, a pesar de que el local no reuniese las características necesarias para acoger a los más de sesenta alumnos que acudían; claro está que lo hacían cuando en la casa familiar no se precisaba de su mano para acudir a las faenas del campo o echar una mano con los rebaños.



   Concluye, por último, con una queja, y una esperanza: Termino este modestísimo trabajo diciendo que la cultura y bienestar de un pueblo consiste en la facilidad, en sus medios de comunicación, en la higiene, y la cultura, y si en cada pueblo se levantó un templo para el culto divino, la España moderna y regeneradora debe levantar otros dos hermosos y dignos en cada pueblo, villa y aldea en cuyos frontispicios se lea con grandes caracteres, en el uno “Escuela-Instrucción”, y en el otro “Higiene-Sanidad”.



   TRES LIBROS PARA CONOCER ATIENZA A FONDO.




   Abogando por que, dado lo puro de su clima, podría ser, con buena voluntad de los dirigentes políticos de la provincia, la mejor estación de reposo veraniego, para la delicada y siempre exigente sociedad madrileña.

   El informe es mucho más extenso, tanto que no cabe en estas apretadas líneas; pero digno de tenerse en cuenta, porque refleja la vida, e historia, de un pueblo que, como tantos, solía decirse que no tenía historia. O se perdió, como en aquellos tiempos se perdían y en los actuales se pierden las promesas, por la emboscada maraña de los despachos oficiales.

Tomás Gismera Velasco
Nueva Alcarria, 2 de febrero 2018

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No se admitirán mensajes obscenos, insultantes, de tipo político o que afecten a terceras personas.