lunes, agosto 21, 2017

SIGÜENZA: SUEÑOS DE PETRÓLEO



SIGÜENZA: SUEÑOS DE PETRÓLEO
A finales del siglo XIX se fundó la Sociedad de “Petróleo de Sigüenza”

Tomás Gismera Velasco


  El 16 de noviembre de 1882 se constituyó en Madrid la Sociedad Anónima Minas de Petróleo de Sigüenza, a fin de llevar a cabo la explotación de lo que se pensó habría de ser el futuro económico de la ciudad, y tal vez de la provincia.

   La Sociedad estaba compuesta por destacados hombres de la vida social, económica y política española:

   Don Rafael de Bustos y Castilla, marqués de Corvera, como Presidente. Don Fernando Puig y Gilbert, Senador del reino y banquero, como Vicepresidente. Don Juan de Velasco y Fernández de la Cuesta, marqués de Villa Antonia y Brigadier del Ejército, como Tesorero.   Don Francisco Rubio y Pablos, Diputado a Cortes, como Contador. Don Juan Navarro Reverter, Ingeniero Jefe Superior de la Administración Civil, como Ingeniero. Don Luciano Bremond Barthelemy, Ingeniero Civil y ex Director de la Fábrica de Gas de Madrid, como Ingeniero. Don Francisco Pí y Margall, ex presidente de Gobierno, como Abogado Consultor. Y Don Elías Bartolomé Gil, Agente de Negocios, como Secretario y quien, al mismo tiempo, mientras los anteriores ponían el capital o su ciencia, aportaba las minas.



   Todo había comenzado dos años atrás, cuando don Elías Bartolomé solicitó en el paraje del Palacio de Arriba del Obispo, en Sigüenza, una mina de arenisca que denominó San Rafael, el 7 de mayo de 1880. La intención era dedicarse a la extracción de piedra para iniciarse en el mundo del caolín, sin embargo los trabajos llevados a cabo le llevaron al convencimiento de que aquella tierra ocultaba un gran tesoro: Petróleo.

   Don Elías contrató al ingeniero francés Enrique Richard a fin de que llevase a cabo los estudios. La confirmación llegó cuando después de enviarse las pruebas a los laboratorios parisinos, desde Francia llegó la confirmación por cuenta de Theophile Foucault, de que la bolsa de petróleo podía ser importante.

   Finalmente, y tras no pocas idas y venidas en busca de financiación, logró que se fundase la Sociedad, participando de ella, además de banqueros, hombres de negocios y política que aceptaron involucrarse en la aventura, los ya citados ingenieros Reverte y Bremond. La Sociedad quedó constituida con un capital inicial de medio millón de pesetas.

   Los trabajos dieron comienzo inmediatamente. A finales de 1882 ya se decía, en la memoria elaborada por la sociedad, que:

   …todos los indicios, las señales y los productos extraídos del terreno indican la existencia de depósitos de aceite mineral de nafta o petróleo…



   La arenisca extraída, según contaba dicha memoria y llevó a don Elías a involucrarse en la aventura, estaba impregnada de sustancias bituminosas, aumentando la riqueza a medida que se profundizaba. Para ese final de año se había llegado hasta una profundidad de unos 38 metros, entibándose un pozo de madera, abierto mediante una barrena de 11 centímetros de diámetro. La Memoria daba cuenta también del análisis de los productos extraídos, y los por extraer. Del mismo modo que, a fin de atraer inversores, se hablaba de los importantes beneficios que se podrían obtener en un año, beneficios que rondarían la increíble cantidad de quince millones de pesetas, con una inversión de apenas cuatro. La mala suerte llegó poco después del mes de diciembre, al romperse la barrena perforadora, haciendo que se interrumpiesen los trabajos hasta la llegada de una nueva, que debería de venir de Inglaterra.

   Para el mes de agosto de 1883 se instalaron nuevas máquinas y un año después, para el verano de 1884 se había logrado profundizar hasta los 110 metros, noticia que llegó a la prensa en medio de la lógica expectación:

   Los productos extraídos son tan notables que dan un excelente gas y otros productos muy complejos, como parafina, aceites pesados y ligeros de condensación, etc. El gas ya se utiliza en los edificios de la mina para los trabajos de la noche.

   Poco después de la solicitud de la San Rafael, y por D. Miguel Robert, se presentó el 15 de julio de 1882 la solicitud de otra mina en el lugar del Palacio de Arriba del Obispo.

   Elías Bartolomé y Gil era un hombre de negocios de los muchos que florecieron en el último tercio del siglo XIX, con una visión espectacular para ellos, sobre todo mineros, que lo llevarían desde Madrid, donde nació y desarrolló la carrera de agente de negocios, a Sigüenza, pasando por Hiendelaencina, a fin de invertir en el naciente mundo de la minería.

   En Hiendelaencina fue accionista de varias explotaciones mineras, pero afincado en Sigüenza comenzó a solicitar explotaciones mineras de sal que posteriormente traspasó a la familia Gamboa; de carbón, plata o de hierro, hasta que decidió dedicarse a una explotación hasta entonces desconocida en la provincia, materia por otro lado que comenzaba a adquirir un importante papel en la industria y, principalmente, en la iluminación, en ese último tercio del siglo XIX, ya que hasta la llegada de la luz eléctrica, en cuya industria igualmente destacó, las calles de muchos de nuestros pueblos se iluminaban con faroles de petróleo. Es por ello que nuestro don Elías, con conocimientos para ello, se dedicó a buscar petróleo en la comarca de Atienza-Sigüenza. Tierra que por sus características, conforme a los estudios geo mineros, debería de albergar la suficiente cantidad de petróleo como para hacer rica a la provincia.

   Siguiendo a don Elías Bartolomé, también se buscó petróleo en otras partes, llegando a hacerse prospecciones en los términos de Anguita y Pardos por don Cesáreo Cana y D. Luis Díaz, quienes registraron sus respectivas minas en el año 1883. D. Cesáreo Cana, en Anguita y su paraje de los Arbollones, registró el 3 de enero la mina llamada Magdalena.




   En diciembre de 1885 renunció don Elías a las explotaciones solicitadas en La Cabrera, las minas Rafaela y el Similar, solicitando al año siguiente la explotación de otras minas de hierro en Aragosa, la que llamó El Segundo Acierto, en el Alto de Juanas. Fijando al mismo tiempo la mirada en Pelegrina, donde registró, en el paraje La Barrenosa, una mina de caolín que también denominó Rafaela. El 3 de junio de 1896, don Elías solicitó un nuevo registro petrolífero que llamó San Antonio, en El Polvorín de Sigüenza, por encima de la Cruz de Piedra, y en las cercanías del arroyo de Valdemerina

   El 11 de julio de 1896 solicitó en el paraje de La Hontananza la mina San Rafael, en la que tras llevar a cabo infructuosos trabajos, y tras no pocos quebrantos económicos, D. Elías Bartolomé renunció a la concesión siéndole aprobada la renuncia el 9 de noviembre de aquel año, concluyendo así su aventura petrolera, momentáneamente, ya que unos años después, repuesta en parte su maltrecha economía, el 20 de noviembre de 1905 volvió a solicitar una nueva concesión en busca de petróleo en tierras de Sigüenza, esta vez en el paraje de La Raposera, el pozo lo volvió a denominar Rafaela. Estaba colindante con el entonces nuevo cementerio de la ciudad.

   La sociedad, sin dar con la bolsa petrolífera que la enriqueciese, se disolvió oficialmente en el mes de abril de 1890.

En Nueva Alcarria, 18 de agosto/2017

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